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Nochebuena José trabajaba con ahinco en su taller. Cortaba con el serrucho, cepillaba, pulía y unía las diversas piezas con esa paciencia y delicadeza que da el hábito los carpinteros.
María, su compañera. tejía con ligereza una pieza de lino, mientras con dulce y armoniosa voz cantaba arrullando Jesús que dormitaba sobre un mullido lecho de olorosas virutas.
Afuera, la habitual tranquilidad de las callejuelas nazarenas, era interrumpida por los gritos destemplados de pilluelos andrajosos que rodeaban un individuo jinete sobre hermoso corcel blanco, pregonador de una victoria romana sobre tribus rebeldes del Africa.
Empezaron iluminarse las callejuelas sucias y mal olientes, con los rayos del poniente sol cuya mágica paleta coloreó las casuchas con inverosímil cromía.
Era el vigésimo cuarto día del duodécimo mes, correspondiente nuestra Nochebuena.
Jesús se despertó y levantándose de su perfumado lecho, después de sacudir algunas virutas que se habían adherido su túnica, abrazó cariñosamente María y acurrucándose en un rincón sacó de una tosca caja multitud de carritos, triclinios, ménsulas y otros juguetes, obra de sus diligentes manos. Madre. dijo esta noche cumplo seis años de nacido. Sí, hijo mío, no creas que los había olvidado, y justamente trabajo para hacerte un regalito. yo. dijo José te preparo una sorpresa.
Ya verás. Gracias, muchas gracias por vuestra bondad; pero tengo una idea que quiero llevar a cabo. Te escuchamos.
Pues es la de hacer felices todos mis compañeritos, obsequiándoles con algunos juguetes. La idea es muy buena. dijo José. pero no veo cómo la llevarás cabo, pues bien sabes que a pesar de mi buena voluntad no podría dedicarme fabricar juguetes para regalarlos, ya que tengo que subvenir nuestros gastos. Dios es grande. suspiró María. Ya veréis, padres queridos. las doce de la noche, en el preciso momento de su cumpleaños, Jesús se levantó muy quedo, despertó José y María y les dijo: y. Mirad!
Extendió sus finas manos sobre sus juguetes que había reunido en el centro del cuarto y ante los asombrados ojos de sus padres, éstos se multiplicaron hasta lo infinito, llenaron la sala, luego inundaron a callejuela y por fin, aumentando cada vez más y más, llenaron la ciudad invadieron los campos.
Cada niño, pobre rico, enfermo sano, malo bueno recibirá, un juguete de mi parte, en igual fecha hasta el fin del mundo, dijo Jesús. multitud de querubines volaban haciendo provisión de juguetes hacia los cuatro puntos cardinales y penetraban en cada hogar, depositando el regalo de Jesús los niños todos.
León Fernández Guardia Diciembre 1907.
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