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¡Oh, las remembranzas de pasados dias que surgen festivas en las nochebuenas, en las nochebuenas llenas de alegrias, mientras finge el aura vagas sinfonias sobre las corolas de las azucenas! la viejecita de setenta abriles habla los muchachos de cosas extrañas: ella vió dansando los indios pipiles al són de marimbas y de tarnboriles allá en los palenques, bajo las montañas; Los indios pipiles, que de Nicaragua vinieron por montes di ver los güetares, que havitavan ranchos con techos de tagua, cerca de los templos del Sol y del Agua, cerca de los templos del dios de los mares.
Ella oyó en las selvas el canto del quioro, aquel canto triste de esa ave picuda, aquel canto triste con dejos de lloro; y vió la esmeralda y el rubi del loro, y vió los quetzales de citara muda. habla de las palmas y de los nopales, del empuje ciego de una danza en fuga que pasó chafando los verdes maizales, y habla de los rvaldos, y de los turpiales, y de los quijongos, y de la tortuga.
Ella sabe de indios llenos de tatuajes, llenos de vigores, llenos de pujanzas, que fueron bizarros cruzando boscajes en pos de otros pueblos, con iras salvajes, ora con sus flechas, ora con sus lansas.
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