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Ultima página de la María Allá en el cementerio de la aldea, entre el verde ramaje que la guarda, de la infeliz y cándida MARIA, ve el montañés la tumba solitaria.
El tiempo ajó la húmeda corona de azucenas y frescas rosas blancas con que adornó la tosca cruz de hierro una tarde EFRAIN, bañado en lágrimas. cubre el musgo, huella del olvido de la virgen el nombre. esa palabra que pobló de castísimos ensueños las noches de EFRAIN en la montaña.
El aldeano cuando allí se acerca, cuando mira esa tumba abandonada recuerda melancólico relato que oyó en el valle, y suspirando pasa.
Pobre MARIA, cuando en esas horas de amor y arrobamiento y esperanza pensaste que tan lejos de tus lares y tan sola los tuyos te dejaran!
EMMA, la dulce compañera tuya, ya no se acerca cuando el sol se apaga para regar en tu sepulcro flores cogidas en botón en la montaña.
Ya no sientes el ruido de su traje como rumor de hojas, ni te llama con amorosa voz, como solía cuando al pie de los árboles llora bas.
Todos los montañeses te olvidaron: Juan ni te nombra y te confunde en su alma con las rubias imágenes sin nombre que flotan en los sueños de la infancia.
Mas ¡ay! cuando la luna hiende el cielo y las en la soledad ignotas arpas.
vuelve en los brazos de la cruz de hierro el ave negra sacudir sus alas.
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