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Páginas Ilustradas Hoy cumple cuatro años esta revista. Qué fácilmente se cumplen cuatro años para el que los vive sin vivirlos; pero cuán lentos y difíciles para el que los pasa luchando! Desde que salió por primera vez esta Revista, hasta el presente, hay que admirar en ella primero que todo, las luchas que ha librado su Director, mi buen amigo Próspero.
Cuántos desvelos, cuando sólo y sin recursos pasaba las noches enteras laborando, escogiendo el material para llenar su periódico que él ama con cariño de padre, porque le cuesta muchos dolores y muchas fatigas y por eso lo ha defendido heroicamente, de la manera que nadie lo hubiera hecho: sacrificando muchas cosas de su sér, de su propia vida, de su tranquilidad y hasta de sus otros hijos: los de su sangre. Un pedacito menos de pan un juguete más pequeño por conseguir un ejemplar más de su hijo del arte y de la inteligencia, un ejemplar más para enviarlo por allá, muy lejos, la Arabia á la Persia, donde se lo encuentre un viajero excéntrico y millonario que recorra bibliotecas para matar cualquier neurastenia de moda y que al ver el folleto elegante y artistico diga: Costa Rica; y como no ha de saber geografia le preguntará un cicerone que le responderá: Costa Rica es un país muy lejano que produce mucho y riquísimo café y que tiene mujeres muy bellas, más bellas que la mejor odalisca del harém.
Entonces un generoso orgullo de Próspero si oyera que el nombre de su bella patria es pronunciado por allí, muy lejos, y quizás vaya como un murmullo extraño filtrarse por las grietas de la tumba de algún viejo Visir que no supo de América. Entonces sentiría todo el placer de un triunfo y quedaran recompensados sus desvelos.
Yo he visto Próspero, fatigado, corriendo de aquí para allá, librando en su alma generosa y llena de entusiasmo una lucha cruel y triste: su sueldo de profesor, ese sueldo santificado en la cátedra, corría el peligro de perderse, porque fué embargado por un empresario de tipografía, porque el producto del periódico no alcanzaba pagar el costo de la edición.
Cuánta amargura no sentiría entonces, cuando el Juez, severo cumplidor de la ley, le excitara denunciar su haber. Qué respondería?
Mi haber es pan; pan ganado en la cátedra, el pan del arte, el que llevo mis hijos, el que sostiene mi Revista por la que lo pierdo; ahí lo tenéis, que vaya engrosar el caudal del empresario como una lágrima que aumenta el volumen del mar.
Pero entonces una mano generosa paró el golpe que se quiso asestar la Revista y ésta siguió viviendo y en la mesa del abnegado periodista, del inteу ligente profesor no faltó el pan.
Don Ascensión Esquivel, Presidente de la República en aquel entonces, 2914

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