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ué el generoso protector, el que de hecho quedó constituído en padrino del periódico y desinteresadamente le siguió prestando su valioso apoyo.
Bien sabrá Próspero agradecer esta ayuda generosa que le alivió un tanto del pesado fardo que llevaba.
Don Cleto González Víquez, el actual ilustre Presidente de la República, amante del arte y de lo bello, no ha vacilado en prestar su apoyo valioso y eficaz para que la revista continúe en su marcha triunfal.
Ultimamente hemos presenciado el bello espectáculo que nos dió Páginas Ilustradas y que patentiza un nuevo triunfo: la Velada que organizó el periódico y que se llevó efecto en el hermoso Coliseo de esta ciudad el domingo 22 de diciembre y cuyo producto fué destinado llevar un pedazo de pan nuestros desgraciados hermanos mayores que vieron arrasados sus plantios y perdidos sus hogares bajo la pujante avenida del Guadalquivia que convirtió la alegre y bella Málaga en campo de desolación, de muerte y de tristeza. Allá llegará el modesto obolo que hará guardar con cariño los nombres de Costa Rica y de Páginas Ilustradas.
La Velada fué un triunfo desde luego que la distinguida dama esposa del señor Presidente de la República, doña Adela de González Víquez, tomó parte activa en ella y bajo cuyos auspicios el éxito fué completo. Haremos una reseña de la fiesta, las y 30 el Teatro Nacional como búcaro de preciosas flores ostentaba en todos sus palcos cuanto de bello hay en las damas de nuestra selecta sociedad. El Maestro Vargas Calvo empuñó la batuta como él sabe hacerlo y por todos los ámbitos del lujoso teatro se escucharon el grito trágico de los violines, los quejidos de las violas, el suspirar armonioso de los violoncellos y el marcial canto de los cornos que unidos entonaban la grandiosa obertura de Semiramis, la cual el público entusiasmado prodigó ruidosos aplausos. Subió el telón.
La Banda Militar ocupaba el escenario; los profesores se ponen de pié para saludar al simpático maestro Loots y luego las marciales notas de la Marcha Real de España llenaron el espacio y fueron fundirse como en patriótico y armonioso abrazo con las del Himno Nacional de Costa Rica que el público oyó de pie con fervoroso respeto.
El número del programa fué de lo más simpático: una encantadora señorita dirigió al público con frase suelta y elegante un bello discurso en el que hizo la dedicatoria de la velada y dió las gracias a los concurrentes, en nombre de la Redacción de Páginas; su nombre lo escribe con placer mi pluma: María Cristina Echeverría, y para ella mi aplauso sincero.
Il sogno de Mercadante fue el número 4; bella canción que cantó con admirable maestría la señorita Paulina González, quién el público ofrendó su admiración aplaudiéndola calurosamente.
Un inconveniente de última hora nos privó del placer de oír la Estudiantina de Señoritas, que era el número 2945
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