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Los dos perros CCEl sol, que aún no había abandonado el horizonte, se entretenía en teñir y desteñir las nubes errabindas, dándoles los más extraños aspectos que concebir pudiera la más extraviada fantasía El ambiente estaba cargado de o ores campestres, y mientras las montañas, envueltas en una transparente gasa de ópalo, mostraban sus cimas coronadas con una luz de oro, un suave viento de Otoño entonaba la canción de la tarde.
Tras un ligero carruaje, cuvo rumor se iba debilitando lo lejos, iba por la vera del bosque un gran perro de piel fina y suave, de ojos muy claros y hermosos, y cuyo cuilo do por un collar recamarlo de pie.
dras preciosas, que resguardaba un valioso candado exiguo y reluciente.
Al pasar cerca del seto de ura il quería, salióle al paso un perro hirsiLuis Andrés Zúñiga to y bravío, quien, acer ándosele fraPoeta hondureño ternalmente, le dijo: quién buscas en el bosque, noble hermano? ble hermano? replicó es otro gruſiendo. Por qué me llamas hermano. Acaso un sér de mi condición y mi linaje puede ser llamado así por un misero campesino? nadie busco. Qué te importa ti saber si busco sobre la movible arena la huella que dejó al pasar el fastuos carruaje de mi amado señor? sobre todo, granuja de las sierras. qué méritos te abon ın para elevar hasta mi tu familiaridad insultante? Ignoras acaso que mi hogar es dichoso y opulento, como el de los principes: que mi vida se desliza entre un ocio dulce sólo concedido los poderosos: que cómo manjares uculentos y sabrosos: que duermo sobre colchones cubiertos del más fino peluche y que las más hermosas damas acarician mi cabeza con sus manos suavisimas y blancas? Ignorabas, acaso, que fuese dueño de tan extraordinarias grandezas. Ignoraba replicóle el perro que fueses dueño de tan singulares grandezas. en verdad qué valgo ya. Qué vale ante ti un misero ser que conoce el polvo estéril de todos los caminos, que vive entre malezas, que come un pan negro arrojado con mal modo, que ha sido quemado por el sol lastimado er elmente por el frio. Qué vale ante ti sér afortunado, una triste carroña nacida en la más oscura pe cilga: que habita un hogar ignorado y modesto, cuyas garras son toscas y feas como nacidas para las horribles luchas, cuya piel es resistente y áspera como nacida para las intemperies? Pero, noble amiga. tá también ignoras, acaso, que vivo en la dehesa, de pastor: que romp) con mi piel las enre ladas breñas por al anzar la pieza que siguen tras mí los cazadores: que me agobia durante el día la fatiga; que vigilo durante la noche contra el ladróa nocturno, y que gano de ese honrado modo mi sustento. Ignoras que me ha dado sorprendentes energías el trabajo, admirables a tucias la pobreza, descomunales altiveces el combate: que soy audaz y temido, y que si me pluguiese, destrozaría un instante tus suaves carnes de seda, como si fueses entre mis garras la más ternísima liebre?
Tener como únicas excelencias la frescura de la piel, la redondez de los miembros y la hermosura de los ojos y ser altanero y desdeñoso con los humildes; vivir en un ocio adormecedor y criminal, con el ánimo acobardado y 2985
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