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Un par al cuarto Para Páginas Ilustradas na.
Mi amiguilla predilecta tendría entonces ocho años.
Era delgada, pero robusta, y muy hermosa ya para ser tan joven.
Su piel suave, coloradita, y la anhelante mirada de sus ojos soñadores la hacian muy bella, bellísima.
Andando, era flexible como espiga. quieta, de apostura indomable, sereY en sus movimientos y facciones se traslucían la vez su bondad y simpatia, así como su casta: Koralia era de muy buena familia, era la inseparable en mis juegos infantiles. Salir al campo, correr por la llanura retozando, trepar la falda de la vecina loma yo delante, ella siguiendome hé aquí nuestro gusto favorito. Un inmenso guayabal de la altiplanicie es testigo de aquellos inocentes recreos y sabe cuántos pichones sorprendi en los nidos de sus ramas, mientras mi amable compañera se entretenía buscando camadas de conejos perdices por el truncado pajonal. á la verdad que no pocas veces la ví volver mi agitada, trayéndome los productos de sus pesquiEncierro del ganado en el Matadero General Fot. Alfaro.
sas: porque ella todo lo buscaba para mí no disponía de nada sin mi aprobación: eri noble fina.
Muchas horas de tarde pasábamos asi Koralia y yo, hasta que el zun:bido sordo de alguna ave fugaz, el graznido de la lechuza el mugir de un toro el relámpago lejano y su detonación hacíanla estremecerse. levantar los ojos y acercarse mí acariciante: como que era demasiado nerviosa. yo, que me las daba de hombre despreocupado, disimulaba mi miedo y reía: reia, aunque por ficción, carcajada libre, golpeando con mano ligera la cabecita de Koralia en son de cariño y de lástima. oprimiendo su hermoso cuellito con mi abrazo, huíamos de allí entre mis besos y sus cericias. Cuánto me pesó después de haber reido de ella, que no lo hacía jamás. hasta tal punto era seria que aparecía ceñuda.
En nuestras cortas ausencias yo la adoraba íntimamente; no concebia recreo sin ella. Koralia. no sé, pero deciame que aparentaba desear no otro compañero que yo. Si, talvez me quería muchisimo más que algunas otras; por eso me duele aún haber reído. Ella era fiel en demasía.
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