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Al amparo de la noche Para Páginas Ilustradas Fue una noche de calma y de negrura, en que tan sólo brillaban en el cielo unas cuantas estrellas como lindas mariposas de plata prendidas un enorme terciopelo negro, que diríase la tapa de un estuche gigantesco, y en que me hallaba triste, por la ausencia de mi amada, que la sazón hacia la temporada veraniega en unión de otras amigas; la tristeza me hizo abandonar mi cuarto de estudiante, lanzarme la calle irme caminando. dónde? No lo sabía. De pronto observe que ya no estaba en la ciudad; que iba por el polvo, casi tientas tropezando aquí y allá con las piedras del camino.
Tras largas horas de andar, por fin, hirió mis ojos una suave claridad.
Me detuve. Me acerqué poco a poco. Era aquella la estancia de mi amada.
Desde la plaza del pueblo, que da en frente, y donde no se advertía más luz que la fosforecencia, ratos centellante, de alguna luciérnaga errabunda, pude ver que en uno de los extremos del corredor un grupo de gentes conversaba.
Me acerqué más, cuanto me era dado, y la risa alegre de las bellas y el rasgueo casi imperceptible de una guitarra, reanimaron un tanto mi espíritu, venían aquellas voces y aquella música roinper la monotonía austera de la noche, de aquella noche que parecia caer sobre mi ensueño, sobre mi anhelo, como la fría loza de un sepulcro.
Me acerqué mas, riesgo de ser sorprendido, y la vi desprenderse del grupo y caminar hacia el otro extremo del corredor, donde me había aproximado sigilosamente.
Un suspiro inquietante, envuelto en una onda de perfume, me hizo notar que ya la ten a junto mi, al alcance de mis labios. Se reclinó sobre la baranda, me miró a los ojos, con mirada que parecía preguntarme si era yo feliz, y por toda contestacion la di un beso, posé mi boca enardecida sobre la flor ardiente de sus labios, tan dulces como el almibar, tan embriagantes como el licor que en copa de oro escancian los protegidos de los dioses, los poetas, los eternos soñadores. Nos vigilan dijo ella temerosa. Me marcho. Sólo puedo repetirte que te amo. Que me amas?
Altísima expresión que todo lo abarca; palabra rítmica, que, cual pájaro de alas de rubi, transporta en sus vuelos las ilusiones que constituyen los encantos de la vida.
Puse de nuevo mis labios sobre sus labios y quedaron nuestras almas confundidas por un breve instante, como se confunden en el azul del cielo el oro y la grana, a la hora del crepúsculo.
Carlos Poce Dic. de 1907 2939

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