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Una bella incógnita He aquí una emoción intensa y noble que ha vibrado en mi como una musica ignota y ha faceteado mi alma maravillosamente, despertando aspiraciones confusas, descos de gemir y de amar a la manera de Petrarca.
y ¿Porqué he puesto todo mi delirio, toda mi luz mental en la idealización de esa mujer?
La he mirado con una atención insólita, murmurando no sé qué plegaria de amor, y ella indiferente, tal vez no ha comprendido la pasional Clocuencia de mis ojos.
Ella es una exquisita; lo he comprendido; viste siempre de sedas soberbias, habla fluidamente regar. co las palabras con una unción de gracia incomparable, tiene un andar que seduce, y en el fino pliegue de su boca. debe ser una boca deliciosa y ardiente hay una contracción de cariño como si esperase la ofrenda de un beso He aqui una dama joven de alta espiritualidad para la dulce noche de las elocuencias, para las noches extraordinarias de fastidiosidad placer. Me figuro que debe gustarle la música excelsa, los perfumes que enervan y los vinos de oro y púrpura; todo en ella acusa refinamientos de cultura, encantos de ideal inextinguible, y en el enigma de sus ojos hay melancolías de crepúsculo, que expresan la sed de amar divinamente Ahora la he mirado fijamente, muy fijamente con la mirada llena de extravismo, queriendo expresarle la dulzura de mi ensueño. He admirado su belleza llena de magnetismos raros; su bello perfil aristocrático me recuerda el perfil de medalla de una noble patricia de la historia; su gentil busto imperialista tiene embelesadora gracia y magnífica curva que impresiona. Que dulce debe ser el amor de esa dama!
En el primor de sus manos delicadas y serenas, manos de éxtasis y poesía, simpáticas al mundo divino he visto espiritualizarse una flor que ella después ha deshojado lentamente, acaso en ese momento, mi risueña ilusión por la virtud de un símbolo; y me he quedado pensativo ante la idealidad de sus manos que la sugestión me hace verlas ahora ansiosas, casi expresando un movimiento psiquico. Qué dulce debe ser el amor de esa dama!
Hoy más que nunca he comprendido la gran tristeza de mi sentimentalismo extraño: he querido acercarme esa mujer, y declararle mi angustia, pero me ha faltado valor, y ella ha seguido indiferente, llena de magestad, adormecidos los ojos en una semipenumbra de ensueño, con ese abandono y orgullo que toda mujer belia y elegante, naturalmente tiene.
Ella seguirá impasible, y yo tal vez no llegue decirle nada; la amaré en silencio; pero que amor tan desolado debe ser ese. Qué importa. Hé aqui una emoción intensa y noble que ha vibrado en mi como una música ignota y ha faceteado mi alma maravillosamente, despertando aspiraciones confusas, deseos de gemir y de amar a la manera de Petrarca, Carlos Shigo San Jose.
Colombiano 2993
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