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le al e 1S 10 y S algunas veces, hasta llegar una pequeña quebradita, que se encuentra una distancia de 50 metros de la vereda y que parece puesta allí providencialmente para que el viajero no se muera de sed 2580 metros. Aunque ya la temperatura es bastante fresca, nos cae, muy inoportunamente, un fuerte chubasco que convierte ciertas partes del camino en verdaderos charcos, retardándonos la marcha. Esta circunstancia tan imprevista nos priva en parte del deseo de admirar la naturaleza agreste y salvaje del lugar. medida que nos acercamos la cumbre del cerro de las Vueltas, la vegetación va haciéndose más delicada y el aspecto del paisaje cambia notablemente: parece que nos encontráramos de repente en medio de un jardin abandonado en el bosque: las mirtáceas cubiertas de flores blancas, las borragíneas de Aores celestes y las 10belias también en florescencia, están cubriendo el suelo y las orillas de un riachuelito que pasa haciendo mucho ruido entre las piedras totalmente cubiertas de musgo. Los musgos de color blanco, y los líquenes, tapizando los árboles en sus troncos y en sus ramas, dan al bosque entero un aspecto de graciosa apariencia. Después de to lo eso, un fro que trasmina, una lluvia fina y persistente que moja hasta la mélula de los huesos y una calma inmensa. Recogemos algunos helechos y varios ejemplares de las plantas típicas del lugar, y poco andar nos encontramos en la llamada Galera de las Vueltas, a los 2948 metros sobre el nivel del mar y 17, kilómetros de Santa María de Dota.
Mientras nos instalamos en aquel rancho diminuto, que parecía abandonado en medio de la montaña, nos ocupamos en secar nuestros vestidos en un togón hecho dentro del mismo y en recoger informes respecto de este paraje, que otro tiempo ha sido habitado el hombre. En las Vueltas antes existía una hacienda de ganado del Doctor don Panfilo Valverde, hoy de don Juan Monge Guillén, y en ella se hicieron, con mal éxito, algunos ensayos de aclimatación: pero debido al frío tan intenso, y los estragos que causan los numerosos tigres que andan por la selva, hubo necesidad de abandonarla.
Aún quedan algunas de esas reses que se han vuelto cimarronas, y cuya existencia suele ser veces un peligro tan serio como el de los mismos tigres.
Por fortuna, aunque encontramos muchas huellas, no llegamos avistarnos con ninguno.
Como era de esperarse, por la altura que nos encontrábamos, la noche fué sumamente fría, habiendo llegado marcar el termómetro, como temperatura mínima. centigrados. la mañana que siguió a aquella noche tan incómoda como fria, nos levantamos explorar un poco los alrededores para darnos cuenta de las condiciones del paraje y recoger algunas plantas y pastos de los que sirven alli de alimento los ganados. En la cumbre del cerro todo es interesante: el aspecto del terreno es pantanoso y agrietado y la vegetación refinada. En los depósitos de agua del suelo y sobre las ruinas de los viejos troncos deshechos por la humedad, numerosos sphagnos, líquenes y hongos se descomponen para dar origen a los yacimientos de tierra negra con apariencia de carbón que se extienden por todas partes. El cerro de las Vueltas es bueno para la cría del ganado, pero la propia cumbre ofrece un peligro serio para los animales con la formación de pequeños pozos, pequeños en apariencia pero de gran profundidad, que los atraen con el engañoso aspecto de sus orillas y los hacen perecer ahogados en el fangal.
Emprendemos al fin nuestra marcha al través de una fuerte neblina que ncs impide gozar del paisaje. Al cabo de tres cuartos de hora subimos a la parte más elevada del camino 3082 metros. desde cuyo punto se puede divisar una pequeña eminencia que tendrá 25 metros más. Según esto, el cerro de las Vueltas tendría unos 3105 metros, medida que bajamos, se repite en las montañas el aspecto que estas tenían cuando ascendíamos y el camino se vuelve intransitable: los charcos ya no se encuentran esparcidos de aquí y de allá, sino que el camino mismo es un barrizal continuo. Principalmente para los cargueros la marcha se hace casi imposible, porque tienen que ir pisando sobre las raíces que el charco ha dejado descubiertas para agarrarse las ramas de la orilla para no hundirse. Se va sintiendo, como es natural, un cambio en la temperatura y al llegar la falda llamada Bella Vista todo es muy parecido al cerro de las Vueltas, en la verEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica 3001
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