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la diligencia que muestran las mujeres en los trabajos, pues hacen una tarea igual, si no mayor, la de los hombres, diferenciándose solamente en que mientras los hombres empuñan el hacha para cortar los árboles, las mujeres hacen uso del cuchillo para hacer la limpia de los matorrales. Estas faenas concluyen, sin embargo, al medio dia, con una enorme borrachera producida con la tradicional chicha de los borucas, y se repite en la misma forma en la época de las cosechas. Los cultivos que de esta manera se hacen, alcanzan una extensión de unas doce manzanas, y contienen, en diversas proporciones, el maíz, el arroz, los plátanos, frijoles, etc. según la cosecha de cada uno de ellos en el año anterior y las necesidades del granero del señor Cura.
El pueblo de los borucas es sin duda el que ha podido conservar por más tiempo y desarrollar de mejor manera su fisonomia de pueblo indigena. Cons.
ta de unos cuatrocientos habitantes distribuidos en 70 ranchos pajizos, semejantes por su forma los que ya hemos descrito para los de Ujarrás, con la sola diferencia de su mayor tamaño, sus divisiones interiores, el ser sus puertas generalmente de madera y el estar cubiertas veces sus paredes de una mezcla de estiércoles y barro, como imitando el bahareque.
Si el suelo de Boruca no fuera quebrado como lo es y sus ranchos estuvieran dispuestos ordenadamente como en nuestras ciudades españolas; si en lugar de los trillos que van dejando en la sabana, algo así como los caminos que marcan las hormigas de un inmenso hormiguero, tuvieran calles simétricas y alineadas, esa población tal vez no podría ostentar el gran atractivo que tiene para el viajero que por primera vez la contempla desde el alto que domina la hondonada. Alegran más aquel paisaje los montecillos que cir, cundan el valle y una iglesia de construcción moderna que se alza en la colina de mayor altura. Pero lo que da el verdadero sabor indigena aquel simpático rancherío, es la originalidad de sus costumbres domésticas. Andan sus mujeUn rancho en Boruca res vestidas con decencia y pulcritud: una camisa corta que deja libre su falda, y una manta de algodón de colores vivos que se ata la cintura y que se ajusta las partes inferio res del cuerpo, tal es la costumbre nacional de los indígenas de esta parte del país. haberlas visto la salida de misa en dia de fiesta religiosa, para la Concepción la Candelaria, en que las indias van vestidas con sus mantas y sus camisas nuevas, su cinturón de algodón tejido primorosamente como las mantas, por las hábiles manos de la madre o de la abuela, llenas de flores las peinadas cabezas, que dejan caer hacia atrás las dos hermosas trnzas de su larga cabellera, el historiador don Gonzalo Fernández de Oviedo habría tenido para las indias de Boruca la misma exclamación que le Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica 3016
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