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e las uda, 10 se to de tales de omo infenpo, las eses el medio más eficaz para elevar la perfección de esos seres alturas veces verdaderamente prodigiosas. Mientras que el mejoramiento de las especies por selección natural es excesivamente lento como todos los procesos de la Naturaleza y abraza períodos larguísimos, seculares, la selección artificial, bien dirigida, produce efectos rapidísimos, portentosos, inesperados.
Hoy día estamos bien convencidos de que, hasta la fecha, no hemos hecho más que juguetear con la potencia evolutiva de las especies, potencia que puede ser tan grande como cualquiera de los grandes agentes naturales y puede producir efectos tan colosales como los que producen el vapor la electricidad. En los campos de la agricultura y de la Zootecnia se sabe, con la mayor de las evidencias, que para asegurar el éxito de las operaciones culturales o las que se emprendan con los animales domésticos, tienen una inAluencia incomparablemente mayor las cualidades propias del individuo, trasmisibles por herencia a los descendientes, que las condiciones particulares del medio ambiente. Es creencia general, entre las personas que la agricultura se dedican, que de ahora en adelante se aumentarán los productos de la tierra, no tanto aumentando la potencia de los medios de trabajo los agentes fertilizantes, como aumentando, por selección, las aptitudes productoras de las especies. Al lado de las cualidades hereditarias naturales, las adquiridas en virtud de la gimnástica funcional o de la educación, valen bien poca cosa.
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En la Naturaleza, señores, nada se crea ni se destruye. Los modernos descubrimientos de la radio actividad de todas las sustancias y de la desintegración de la materia por el disparo incesante de partículas en el espacio en virtud de la energía interatómica, podrán conducir el universo material la sustancia única de donde provino, pero no su aniquilamiento.
El gran libro abierto de la Naturaleza nos enseña que todo subsiste, pero que todo se transforma, todo evoluciona. Materia y energía asumen cada vez nuevas formas, se manifiestan con otros aspectos, se reencarnan en nueLos mismos elementos minerales que formaron la cortez terrestre en remotísimas épocas, han formado tal vez parte del tejido de alguna planta colosal, del cuerpo de algún animal monstruoso de las épocas prehistóricas; han pasado después de innumerables transformaciones formar la nube que flota sobre nuestras cabezas, el ave que se enseñorea en el es pacio, el insecto de brillantes colores, el cuadrúpedo de los campos, la flor de graciosos contornos y embriagadores perfumes, la mujer que sufre y ama, el artista que sueña, el filósofo que medita y que duda, siempre ansioso en frente de la incógnita del Universo. Pero siempre es la misma materia, sometida al eterno ciclo, la eterna evolución, al eterno renacimiento. Esta ley del renacimiento, absolutamente necesaria para la evolución de todos los seres, es ley fundamental que preside a todas las manif:staciones del Universo. Lo que se ha dicho de la materia se aplica igualmente la energía.
Todas las formas de energía no son más que modos diversos de movimiento.
Unas se transforman en otras, pero siempre, través de todas sus transformaciones, subsiste la misma cantidad, integra, sin que la menor porción sea aniquilada desvanecida en el espacio. En esto consiste el gran principio de la conservación de la energía. Circunscribiendo estas consideraciones a 7a Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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