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nuestra tierra, sabemos que toda energía que en ella se manifiesta proviene del sol. En la máquina de vapor que trabaja, en la vela que nos alumbra, en la leña que nos calienta, en el caballo que nos trasporta en el calor que circula por nuestras venas, se hacen ahora sensibles porciones de la energía que bajo forma de trabajo químico irradio el sol sobre la tierra. Pero siempre es la misma energía, sometida al eterno ciclo, al eterno renacimiento.
Si el renacimiento es ley general del Universo, si la materia y las fuerzas ciegas del Universo renacen sin cesar, el pensamiento y la voluntad, estas fuerzas más sutiles, más poderosas, más admirables, no pueden sustraerse la ley general. Ellos constituyen la personalidad, el ego, subsisten después de la muerte y se reencarnan con nuevas apariencias, en nuevos cuerpos, para continuar su marcha hacia adelante, su evolución, que es ley eterna, a la que está sometido todo el Universo.
La doctrina de la reencarnación está hoy comprobada experimentalmente, científicamente. La creencia en la reencarnación, como condición absolutamente necesaria para la evolución de los seres se encuentra expresada claramente por casi todus los grandes filósofos antiguos y modernos y forma la base de todas las grandes religiones, inclusive el Cristianismo, como consta claramente en los Evangelios y en los escritos de los primeros santos padres de la Iglesia Cristiana, principalmente San Pablo, San Clemente de Alejandría y Orígenes.
La exposición de la doctrina de la reencarnación me obliga a decir algunas palabras más acerca de la perfecta in lividualidad de la parte superior del hombre, del ego espiritual. Está bien demostrado que puede exisistir pensamiento y conciencia sin cer bro normalmente organizado. El cerebro no es la causa del pensamiento ni de la conciencia. Es simplemente un instrumento, muy imperfecto, mediante el cual nuestra alma se comunica con el mundo exterior. Confundir el cerebro con el pensamiento es como confundir la pluma con el escritor, el piano con el pianista, la paleta y los colores con el artista pintor. Ni aun son necesarios los sentidos y el cerebro para recibir sensaciones para producir obras del espíritu. Puede muy bien oirse con los oídos cubiertos y verse con los ojos cerrados.
res obras del entendimiento pueden ser producidas en el estado de inconciencia cerebral. Esto que estoy diciendo no es fantasía. Son hechos comprobados. De ellos tenemos la prueba experimental, científica, irrecusable, dada por hombres de competencia absoluta. Señores, en esta materia, como en todas, la experiencia directa es el juez absoluto, inapelable. en nuestra sociedad tenemos actuilmente la oportunidad de poder obtener las pruebas que me refiero.
Las obras que han si lo producidas por la especie humana, de cualquier orden que ellas sean, lo han sido, no por su fuerza física, sino por sus energías psíquicas, por el poder del pensamiento y la fuerza de la voluntad.
Los hombres y los pueblos valen lo que valen sus poderes espirituales, al lado de los cuales, poco, muy poco significan sus capacidades físicas. Aun en el lenguaje vulgar expresando con esto una convicción universal y profunda decimos: aquél es un pueblo viril, aquélla es una voluntad de las personas que se han tomado la pena de estudiar las fuerzas generalmente desconocidas de la Naturaleza y han podido descorrer un algo el velo que por tanto tiempo nos ha ocultado esta tierra prometida de la ciencia, saben lo que significan las fuerzas del pensamiento y de la vo3024 las mejoacero.
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