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energias de su voluntad. Estas energías comienzan a desarrollarse en el hogar doméstico, que es como la escuela, donde las almas que se encarnan vienen a aprender, si tienen para ello la fuerza necesaria.
Si desde el punto de vista anatómico fisiológico, puramente materialista, la ley de la herencia está absolutamente demostrada, desde el punto de vista espiritualista debe considerarse de qué modo el ser mental y moral de los padres puede influir en las cualidades psíquicas de sus descendientes.
Admitido el hecho de la reencarnación de las almas, puede suponerse que las de los que fueron hombres superiores buscarán, para reencarnarse, las familias que se les parezcan, que les sean afines en cuanto ideas, sentimientos y tendencias, que puedan prestarles el contingente de un organismo apropia do al desarrollo y evolución de sus energías latentes. El hecho de que un hombre muera no cambia en nada su naturaleza; continúa, después de la muerte, siendo el mismo que fue durante su vida, en el mundo fenomenal; la muerte no hará al ser desencarnado ni más sabio, ni más moral, ni cambiará sus gustos y sus tendencias. así como los hombres superiores buscan siempre la sociedad con los que les son semejantes, así el alma superior tratará de entrar a la existencia material ocupando un organismo producido por progenitores también superiores. La ley de la herencia tiene, de este odo, una explicación satisfactoria, desde el punto de vista material, en la proliferación celular, y desde el punto de vista del alma en la afinidad simpatía de los que son semejantes. Estas consideraciones explican el por qué existen veces grandes semejanzas, no solamente físicas sino también mentales y morales, entre los padres y sus hijos. Vemos con frecuencia familias enteras de artistas, de pensadores, de sabios. Ciertas virtutes son, menudo, características en ciertas familias, y los criminalogistas han podid. compro.
bar con sus estadísticas que las tendencias al vicio al crimen pueden tam bién perpetuarse en las familias al través de muchas generaciones. No hay exageración falsedad alguna en afirmar que somos como el producto la resultante de las particularidades que distinguen a nuestros progenitores.
De ellos recibimos por herencia puramente material todos los caracteres físicos de su propio organismo, como son el color, la estatura, el timbre de la voz, la manera de andar y las particularidades cerebrales que dentro de ciertos límites pueden tener alguna influencia en las cualidades y tendencias de nuestro ser espiritual. De ellos también recibimos en virtud de ese otro fe.
nómeno que llamaremos simpatia de las almas, la herencia espiritual, de la que dependeran sobre todo los caracteres de la muestra. De este modo es que en virtud de la herencia material todos los hermanos se parecen más menos unos otros, mientras que pueden presentar, en cuanto lo espiritual, notables diferencias. Un hombre superior y una mujer espiritual pueden producir hijos de caracteres muy diferentes, según sean las condiciones en que se encuentren cuando los procrean. Un matrimonio de personas toscas incultas puede procrear hijos muy superiores ellos, si tienen la buena voluntad el buen deseo de producir un mejoramiento en su raza, capaz de hacer descender hacia ellos almas generosas de entre las miriadas que pueblan los planos superiores de la Naturaleza.
Entendido ya de un modo claro y bien preciso lo que entendemos por herencia, veamos ahora de qué modo este conocimiento puede tener aplicación al mejoramiento de los seres humanos.
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