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men jos de ser llamados, en condiciones normales, la existencia. Quién podría negar a la sociedad el derecho de defender un niño contra las cruel.
dades de un padre que lo maltrata le quita la vida? Pues si tal derecho tiene para con los niños nacidos, igual derecho le asiste para protegerlos antes de nacer contra daños que pueden ser más graves que el maltrato la muerte. Tan inhumano paréceme causar directamente sufrimientos cualquiera de nuestros semejantes como procrear, sabiendas, seres destinados sufrir las consecuencias de las enfermedades de los vicios, que les llenarán de amarguras la existencia los conducirán la desesperación al criEn Colombia, por ejemplo, se permite el matrimonio entre leprosos, los cuales se estima, con un sentimiento de cristianismo mal entendido, como poseedores de antemano del reino de los cielos. El resultado es que en ese país hay unos cien mil leprosos y que el terrible mal invade rápidamente la parte todavía sana de aquella sociedad. El asunto de la procreación de individuos sanos, fuertes, perfectos, es el más trascendente entre todos los que interesan las sociedades y cuando se trata de asegurar este resultado debiéramos poner todos los medios conducentes, dejando un lado todo sentimentalismo. No exige el Estado sus hijos el sacrificio de la vida, cuando se trata de defender algún interés común, veces sin importancia, como sería la violación de un tratado, la ofensa un diplomático á una bandera, la posesión de un pedazo más o menos de territorio? Creo que valen más los grandes intereses de las razas, la conservación de su integridad mental y física, de que dependen la cicha de los individuos y la de las familias, la cual podría asegurarse mediante sencillas medidas de Antropotecnia legislativa, que los intereses, fútiles las más de las veces, en defensa de los cuales los conductores de sociedades lanzan a las masas al asesinato, en esos llamados campos de honor, que no son sino verdaderos campos de infamia. No leemos que los griegos, esos primeros maestros de Antropotecnia en la antigüedad, sacrificaban a todos los seres defectuosos, logrando así conducir su raza un grado de perfección física no superado aún por ningún pueblo de la tierra. no oímos cada paso abogar por el pretendido derecho de dar la muerte a los que sufren sin esperanza de alivio? No pretendo defender tales extremos, pero creo que el principio de la buena selección humana llegará poco a poco vencer inveteradas preocupaciones y producir los más espléndidos resultados en el porvenir. Esta es mi convicción profunda. Se me ha objetado que son inútiles estas medidas legislativas, atentatorias contra la libertad individual, puesto que la Naturaleza se encarga de producir una implacable selección de los seres, sacrificando sin misericordia los débiles, los enfermos y los mal conformados. Así por ejemplo: los hijos de sifilíticos mueren antes poco después de nacer; los de tuberculosos son débiles y mueren con frecuencia prematuramente; la fecundidad se extingue entre libertinos y dipsómanos. esto debe contestarse que justamente esta enseñanza de la Naturaleza debiera ser nuestra norma de conducta y debería alentarnos en la aplicación práctica de estos principios. La verdad es que, desgraciadamente, lejos de seguir la ley de la Naturaleza, la contrariamos, conservando artificialmente todo lo que habría sucumbido bajo su sola influencia. Construir muchos hospitales, asilos de locos, idiotas incurables, casas de corrección, es sin duda muy bella cosa, que habla muy alto del progreso y del desarrollo de los sentimientos humanos, pero que no se olvide que al ocuparnos exclusivamente de las ruinas humanas, propiedad de la Biblioteca Nacional Miquel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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