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ección lución Eigiosa Maesnismo ud de ías: el Pgares on de renade la logía ne así esta riores son ellos ganisde la iante debe viva el niño en una atmósfera de nobles y elevados pensamientos y de generosas y templadas voluntades, que hagan vibrar al unísono con las suyas el pensamiento y la voluntad del niño. Este ambiente espiritual adecuado para el niño, no puede encontrarse más que en el hogar doméstico. De aquí is importancia inmensa de sustraer a los niños por el mayor tiempo posible de la infección psiquica, que inevitablemente reciben en la escuela. Esto que estoy diciendo podrá parecer herético, pero baste considerar que si los maestros en las escuelas no pueden ni aun garantizar la pureza de acciones y palabras de sus educandos. cómo podrán asegurar en la escuela la pureza de los pensamientos? Muchos maestros hay, desgraciadamente, que contaminan sus discípulos, no con sus palabras y acciones, que pueden ser muy correctos, sino de un modo más sutil y poderoso: con sus malos pensamientos.
Es necesario, pues, que los padres de familia se penetren bien de la sagrada misión que tiene de dirigir, rodeándoles del mejor ambiente, la evolución espiritual de sus hijos, misión que por ninguna consideración ni por ninguna circunstancia, como serían la enfermedad los negocios, les es permitido eludir.
De lo dicho se desprende que el agente de educación que los padres deben emplear para con sus hijos es, sobre todo, la influencia de su propia vida, la de sus acciones, la de sus palabras y sobre todo de sus pensamientos.
y Ningún padre tiene derecho de pensar mal delante de sus hijos, por recóndito que este pensamiento pueda ser. Los pensamientos tienen forma objetiva. Cuando pensamos creamos, nuestro modo, un mundo de seres que nos influencian favorable desfavorablemente, y con mayor razón los ni.
ños, según sea la naturaleza de nuestras creaciones. En esto somos verdaderos dioses. Los malos pensamientos de los padres tienen una natu.
raleza infecciosa para los hijos. Las personas videntes, que tienen desarro.
llados ciertos sentidos superiores, latentes en la generalidad de los hombres actuales, pueden ver, como nosotros vemos la luz del día, el contagio que los malos pensamientos producen sobre el aura atmósfera etérea y lumi.
nosa que rodea a todos los seres humanos. Pero no basta que los padres vigilen sus propios pensamientos, no acariciado jamás ninguno que no qui sieran ver reproducido en sus hijos; están, además, en el deber de cultivar afecciones altruistas y pensamientos elevados que provoquen estimulen los sentimientos análogos en sus hijos. Puede afirmarse, pues, que el porvenir de los hijos está en las manos de sus padres, primero por la herencia y después por la educación. Ellos pueden, elevando su propia naturaleza, ayudar poderosamente al perfeccionamiento de sus hijos; es decir, que ellos se perfeccionan ayudando a elevarse aquellos a quienes han dado el ser. Si los padres quieren que sus hijos sean altruistas, afables, verídicos, fuertes en jas adversidades, deben tratar de desarrollar en ellos mismos todas estas cualidades. Hay que corregir sus defectos con dulzura y benevolencia si queremos que ellos sean su vez dulces y benévolos. Debe proscribirse en absoluto ese sistema de rigor, de despotismo, tan recomendado por ciertos moralistas, muy estimados por desgracia entre nosotros. Los arranques de ir de los padres al corregir sus niños, no pueden producir otro efecto que el volverlos intemperantes iracundos.
Lo que se ha dicho de la influencia del modo de ser de los padres sobre los hijos, se aplica también a los que de algún modo tienen relación eden la puede a del Fenodesaacias porson enoe es aquí a al de áles zica, lunaños Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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