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con los niños, como son las nodrizas, los criados, los amigos y sobre todo los maestros. Como regla general, no es deseable que los niños estén en manos mercenarias, puesto que ellos suelen estar colocados en un nivel moral inferior al de sus jefes.
En cuanto a los maestros, ellos continúan la obra educativa de los padres, y ellos incumbe también parte de la tremenda responsabilidad de dirigir bien las tendencias de los educandos. La influencia del maestro buena o mala sobre los niños, es incalculable y depende sobre todo de sus pensamientos. Los maestros que piensan mal, aunque con sus labios enseñen lo contrario de lo que piensan, infectan gravemente el alma de sus educandos. De esto nos presenta la experiencia muchos y dolorosos ejemplos. Entra en los designios de la Naturaleza que la infancia sea tiempo feliz y no debemos omitir esfuerzo alguno para que así sea. No puede contrariarse en modo alguno ninguna de las leyes de la Naturaleza, sin que tengamos que sufrir las consecuencias. Hay que evitar esa tendencia contrariar a los niños o impedir sus naturales expansiones y alegrías. Esto hará a los niños taciturnos, medrosos o hipócritas. Sigamos en esto el ejemplo del Japón, país en donde la ternura con los niños constituye un verdadero culto, en el que se interesan todas las clases de la sociedad.
Debemos, finalmente, nutrir la inteligencia del niño con la verdad, sólo con la verdad, en todos los dominios del conocimiento. Llenar la inteligencia del niño con falsedades, con pretexto de que así lo exige la costumbre, la tradición de las familias por cualquier otra consideración, es un crimen de lesa humanidad.
Los anteriores conceptos sobre la educación de los niños, han sido tomados, en su mayor parte, de la obrita titulada Nuestra relación con los niños, de Leadbeater, uno de los más autorizados propagandistas de la enseñanza teosófica de nuestros tiempos.
Habéis oído hablar del alma y sus poderes, de la reencarnación, de simpatía de las almas, del poder educativo del pensamiento, cosas todas que no encajan muy bien en el cuadro de las ideas admitidas hoy por la mayor parte de los representantes de la ciencia oficial, y en los labios de muchos tal vez se dibuja la sonrisa de la duda, del escepticismo de la ironía No importa. Si mis palabras tienen un fondo de verdad, él será percibido. Mi intención ha sido sincera y esto me alienta y me satisface. Ahora quiero terminar trascribiendo las siguientes líneas de Mme. Blavatsky en su mag.
nífica obra Isis sin velo, porque las creo oportunas. las pocas inteligencias elevadas que interrogan la Naturaleza en lugar de prescribir leyes para su dirección, que no limitan sus posibilidades tenor de las imperfecciones de sus propios poderes y que no creen únicamente porque no saben, queremos recordarles aquella sentencia de Narada, el antiguo filósofo indo. No pronuncies jamás estas palabras: yo no sé esto, luego es falso. Hay que estudiar para saber, saber para comprender, y comprender para juzgar.
He dicho.
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