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Adiós al naturalista!
La muerte inesperada del Profesor don Pablo Biolley representa una pérdida irreparable para Costa Rica: en su familia deja un vacío que nadie po drá llenar; en la educación de la juventud el eco de su voz se hará sentit mientras vivan los que fueron estudiantes durante los últimos veinte años; sus amigos habrán de recordarlo siempre con cariño. Pero sobre todos esos afectos hay otro recuerdo más perdurable todavía: es el de su personalidad como naturalista colector de primer orden, desinteresado hasta el extremo de convertir la ciencia en un verdadero sacerdocio. En las últimas esferas de la Historia Natural encontramos su nombre ligado al de los especialistas, era el preparador de la materia prima con que los sacerdotes de las Ciencias Naturales oficiaban en el altar sagrado del saber. No existe un gremio de naturalistas en el mundo que no conozca al Profesor Biolley como investigador incansable; los libros que tratan de zoología y botánica, con especialidad de Costa Rica, están saturados de su nombre; rara será la región apartada de nuestro territorio que no le deba la revelación de alguna especie nueva. Nadie absolutamente ha trabajado tanto como él en los invertebrados de Costa RiEsa es la fase menos conocida entre nosotros de la actividad del malogrado Profesor y, sin embargo, es la que representa los mayores esfuerzos de su vida y la que se encargará de conservar su nombre a través de las generaciones futuras, porque las ciencias no tienen fronteras, ellas abarcan la inteligencia humana sobre todos los países. Más tarde, cuando la infausta noticia circule por las revistas de ambos mundos, veremos cómo nuestro pesar por la muerte del Profesor Biolley es un pesar universal. Sus restos mortales descansan en el regazo de la madre tierra que tanto amo; el recuerdo de su actividad vivirá latente en los anales del saber humano, са. Alfaro Enero 1908.
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