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A María Teresa Amador Matamoros Mi prosa es triste como una ave viajera que surcara por un infinito vacío de coloración gris, pero al llegar ti, dulce chiquitina, parece que agitara sus alas cansadas, con ansias de hacer luz sobre tu cabecita blonda, nido de ensueños juveniles y de visiones aurorales.
Eres la primavera para las almas fatigadas y melancólicas: tu sonrisa ha evocado un mundo de sueños olvidados, y la poesía de tus ojitos seductores ha puesto una como última nota en la lira de cuerdas rotas del cantor peregrino, que ahogó sus ri.
mas al cruzar las embravecidas olas del mar de la vida: Que esas olas no lleguen procelosas hasta ti; Que la aureola de simpatías que te circunda, como una hada prodigiosa, te acompañe siempre; Que las flores del cariño broten para ti sin que seque ninguna mientras dure tu paso por la tierra; Que el mundo no manche nunca tus alitas de angel; Que la Alegria te acaricie eternamente con arrullos maternales; Que la Dicha alfombre de rosas tu camino de Belleza Triunfadora.
Esas son las vehemencias de mi corazón para tu naciente hermosura, esa la plegaria que elevo ferviente en el deseo.
Mañana el capullo abierto será como una bendición, y tus ojos que miraran intensamente, quizá lleguen como mariposas de luz, sobre esta página; piensa entonces en el ausente, en el viajero que, con las brumas de la vida, caminará para un ocaso lejano para ti, llevando en su memoria el recuerdo de la bella chiquitina tan querida, de la pequeña hada que fué como una primavera para las almas fatigadas y melancolicas.
Daniel Sánchez Soriano (Hondureño)
San Salvador, 12 de octubre de 1905.
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