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rra. Hoy hace un año, me trajeron los labios moribundos de mi esposa el secreto de mi deshonra. Vivo en la opulencia y estoy solo, sin afectos. Esa niña, acaso puedo llamarla hija? la aborrezco por la tortura que produce en mi conciencia. La duda, como serpiente hambrienta, clava sus venenosos colmillos en mi cerebro y devora mis latidos del corazón. María no deliraba! la prueba material de su adulterio está ahí. señaló al escritor o) y yo la adoraba, dijo con desgarrador acento, y prosiguió. Por qué no se lleva la tumba su fatal secreto por piedad a su hija y mi? Si callo siete años. por qué no llevó el engaño hasta el fin. Qué erros de la conciencia la obligó a hacerme sabedor de su adulterio. quitándome la tranquilidad y robando mi cariño un sér inocente. La caridad para los que viven, debe ser más poderosa que el terror de su pecado una alma que se vá, para no convertir la culpa en crimen a los seres que ha traicionado. Hay tal egoismo en ese su.
premo instante, que prefieren destruir la santa ignorancia del que se queda, por temor a la condenación de un juez severo. Entonces, qué juez es ese, que condena una mentira feliz para un ser que cifra en ella su dicha. Si pudiera saber que esa niña es hija mía, sería menos desgraciado y hasta perdonaría Se quedó meditabundo.
La péndola del gran reloj dió la una.
El llevó las manos al corazón para sujetar sus golpes y exclamo. esta hora fué, y era Noche Buena iqué sarcasmo. Noche negra para mí! Con infinito pesar dejó caer la cabeza sobre el pecho, quedando pensativo en esa actitud. Volvía verlo todo Con la llegada de las primeras golondrinas que huían de los invernales nortes su esposa había caído en el lecho para no levantarse mas. Se moría.
Esa noche, alli estaba como perdida en la gran cama matrimonial; tan delgada estaba, que sólo de mujer quedaba la espléndida cabellera. Sus hermosas carnes de otro tiempo, las había dejado entre las garras de la tisis: las manos yacientes como lirios de enferma transparencia; y la faz era tan pálidamente blanca, que no se sabía donde terminaba el rostro y en donde empezaban las sábanas. en medio de tanta blancura, los ojos como dos extrañas rutilantes cosas negras, brillaban con el fuego de la calentura y la inquietud de la vida que se acaba. La negrísima cabellera se extendía en ondas trágicas sobre la nieve de la almohada. Varias personas habia en la habitación.
Una mariposa de anchas alas negras pasó sobre la bujía que chisporroteó lúgubremente y. se apagó; élla se fué sin saber dónde La enferma aletargada hasta entonces, en uno de esos sopores en que se duerme sin cerrar los ojos, abiertos por la debilidad que vela, se estremeció y despertó buscando con la mirada a su esposo; luego, con voz fatigosa, suplico que la dejasen sola con su marido; se retiraron todos, menos él, que se sentó al borde del lecho: tomó, entre las de él las míseras manecitas de ella y empezó besarlas con apasionada tristeza; y el dolor contenido, para no posa, se le escapaba por la humedad de las pupilas. Pablo, y la Nena?
Duerme, Maria La pobre no encontrará, como otros años, juguetes al despertar. Como estás enferma lo he olvidado todo. pero te prometo que mañana los tendrá la Vena. Mañana no tendrá madre, murmuró ella. No digas eso!
Al amanecer del nuevo dia, estaré muy lejos. Me voy los veinticinco años. Pablo se le despedazaba el corazón, las lágrimas apretaban su garganta, no se atrevia hablar por temor de soltar el llanto. Ella continuó. Qué se ha hecho mi belleza y mi vida? Una tos secale cortó la pala3065 sustar su es

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