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Honras fúnebres Por César Nieto Para Páginas Ilustradas CAPÍTULO III Paso la veda Casa mayor Demos un salto de un año, si VV. gustan, durante el cual no ocurrió otra novedad que la de perder Consuelo su madre, siéndolo ella, en cambio, de un muñeco rollizo y hermosote.
El Marqués ha vuelto sin perder sus mañas y con el recuerdo vivo de la que por lo mismo que se le había resistido, érale más apetecida. Ycaballeros, he de decir que entonces estaba Consuelo, que verla y tenerle envidia su marido era lo mismo.
Cuidado si era hermosa la mujer! Hasta yo, que me figuro ser de lo menos perdido y que he guardado siempre el más profundo respeto a los bienes agenos, hallaba expli.
cable la pasión de Augusto y no habría tenido, probablemente, una palabra de censura para él, si costa de cualquier sacrificio o de cualquier heroismo. hubiera corseguido un triunfo. Pero no fué así. Para ello le faltaba Consuelo la ambición y le sobraba el amor que tenia su marido.
Nuevos planes, nuevas persecuciones, reincidencia en ofertas y promesas y hasta apelación a toda suerte de intrigas para que dejasen cesante Antonio, con el san.
to objeto de sitiar por hambre la plaza que no quería rendirse a las grandezas. Pero el resultado fué el mismo que en la anterior campaña, por todos estilos, pues si nada consiguió Augusto, en cambio se aumentaron sus deseos hasta un grado imposible, procurando él excitarlos por cuantos medios tenía su alcance, y no eran pocos.
No le fué posible couseguir la cesantía de Antonio por que éste, además de cumplir con exactitud y competencia, no muy comunes en los anales burocráticos, conocía tan perfectamente los trámites y el mecanismo de los asuntos, que era la rueda madre del negociado que pertenecía. Ocurriósele prócer, entonces, otra extratagema para separar por lo menos temporalmente Consuelo de Antonio. Hizo que este se le enviara con una comisión oficial no sé que provincia y durante su ausencia se prometió atacar y rendir sin cuartel la anhelada fortaleza, los dos o tres días de hallarse ausente Antonio, Consuelo se vió visitada por unas vecinas, madre y dos hijas, del segundo piso, con las que mantenía sólo superficiales relaciones, instada que, durante la ausencia de Antonio, pasase vivir con ellas, pues no era conveniente dijeron que se quedase sola con su hijito una muchachita, que era todo el servicio que Consuelo podía permitirse. Negóse al principio, pero tal y n repetida fué la insistencia de las vecinas, que por fin accedió bajar, peTo sólo a dormir. Capitularon las amables vecinas y aquella misma noclie, después de la frugal cena y arreglo de cachivaches de cocina, con su hijo en brazos y acompañada de la muchachita, descendió Consuelo casa de sus vecinas, las que se desvivían por atenderla y servirla.
El tercer día, o mejor dicho, la tercera noche al bajar halló sus amigas vestidas y dispuestas para salir. Dijeron haber recibido localidades, para no sé qué teatro, y aunque, por cumplido, invitaron Consuelo. Ellas mismas añadieron que comprendían la inutilidad de su invitación, pues la joven no había de querer separarse de su hijo al que, naturalmente, ella criaba.
Salieron las señoras, a las que mentalmente se propuso esperar Consuelo, y no había pasado media hora cuando oyó llamar a la puerta de la escalera. Acudió a abrir la criada de la casa y Consuelo supuso que quien llamó seria alguna relación de las señoras, que hallándolas ausentes, se retiraria. O) no obstante, pasos en el pasillo que conducia al comedor, donde ella se hallaba, zurciendo y remendando la ropa de su niñito, instintivamente volvió la cabeza hacia la puerta. Figúrense VV. como se quedaría al ver destacarse la dignisima persona de Augusto Consuelo tenia a su lado, durmiendo en una eunita de mimbres, su hijo, y sin decir una palabra, sin darse cuenta talvez de lo que hacia, y obedeciendo al sentimiento de la maternidad que cree veer peligro al fruto de sus entrañas, y al instinto de fensa de una honra que espera ha de ser ultrajada, cogió en brazos al pequeñin y se levanto Augusto cruzó la puerta, cerróia dando vuelta a la llave y con cínica serenidad dijo. Consuelo, es perfectamente inútil que trate de salir sin oirme. La criada que me ha abierto se ha ido a la calle al entrar yo, pues la tengo de mi parte: la muchachita de está encerrada en la cocina y duerme; esa ventana da un patio interior y yo estoy resuelto no salir de aquí sin que me oiga y sin.
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