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durante rriente ese 110 de Co y por llante Toda la sangre, toda la enérgica voluntad de Consuelo se revelaron y, las persecuciones y asedios de Augusto no tuvo necesidad más que de su rectitud y su honradez, ya en el lance en que se veía estaba dispuesta hasta la lucha personal y al sacrificio por la repugnancia indignación que le causaron el atrevido paso del Marqués.
Con su hijo en brazos, dominando con un violento esfuerzo de su bien templado carácter la tensión de sus nervios, y con más serenidad de la que podia esperar aquel trubán. Caballero. dijo. si hasta ahora le he conceptuado V. como un hombre sin escrúpulos y sin sentido moral, pero susceptible aún de conocer sus defectos y sus vicios, viendo que no eran escuchadas sus asquerosas instigaciones, hoy, ahora me convenzo de que es tan infame y tan abyecto que sería en balde que yo tratara de apelar una nobleza y una hidalguía que no puede sentir ni conocer. Abra esa puerta, retirese y déjeme, porque soy capaz de lo que no imagina y, talvez el paso que ha dado, ereyéndolo decisivo para amedrentarme y rendirme, será el que más le tenga V. que pesar y el que acabe de manchar esos blasones que tan indignamente posee y que viene arrastrando por el cieno. esas y cuantas homilias tenga bien prodigarme, venía ya preparado; y puesto que ni yo he de decir V. cuál es mi resolución, ni debe ignorarla, me perinito advertirle que serán completamente inútiles todas sus protestas y reflexiones, todos sus insultos y todos sus esfuerzos, pues ya puesto en el camino en que me ha lanzado, con sus desdenes y sus desprecios, sabiendo cómo la amo V. y cómo todo me atrevo para ser de amado, le juro V. que lo que no pueda conseguir la persuasión lo conseguirá la fuerza. Estamos solos y tiene demasiado talento para no conocer que las ventajas están ini parte. Escúcheme, oigame, déjeme expresarle todo lo que yo siento y todo lo que en su favor y en el de ese niño puedo hacer; sea generosa y téngame lástima antes de que me ciegue.
Consuelo con cuidado sumo y sin perder su serenidad, ni su altivo continente, dejó su hijo en la cuna y libres ya sus brazos cruzólos, dió su frente entera Augusto y con entonación reposada, pero firme le contestó. No engo aquí el puñal de Lucrecia, ni guardo en mi escarcela el filtro supremo que pueda librarme de la infamia: pero ahí en esa cuma tengo el arma más poderosa para una madre y le advierto V. señor Marqués, y se lo aseguro y se lo juro, que al menor movimiento, al más leve conato de violencia que se permita, mis manos, pues ellas me bastan para un miserable, serán bastante fuertes para hacerle comprender que ni soy tan blanda de corazón como quisiera, ni tan débil de cuerpo como deseara. Consu lo, con esa actitud no hace más que enardecerme y exasperarme.
Oigame siquiera y si no logro convencerla le doy mi palabra de horor. no tiene honor. 1; Consuelo. por su mismo hijo que ahí duerme sea prudente Señor don Augusto: si no abre esa puerta retirandos. dejando que me retire, abriré yo esta ventana, daré voces, alguien habrá que me oiga y acuda y en ese caso le dejo a adivinar las consecuencias.
Ciego, loco, Augusto dió un paso hacia Consuelo: ésta por instinto retrocedió y al hacerlo tropezó con alguna violencia en la cuna de su hijo que despertando rompió llorar. Todos sabemos como acallan las madres sus hijos que lloran, pero imaginense VV. las angustias de Consuelo teniendo que acudir al medio natural, deseubriendo su seno, delante de Augusto en la disposición que éste se hallaba. Inclinóse la joven para coger a su hijo y Augusto aprovechó ese inomento para rodear con sus brazos el talle de la joven. Con increíble rapidez y con más increíble fuerza se irguió y su mano fué chocar con la boca y nariz de Augusto que empezaron a echar sangre.
De lo sublime lo ridículo dicen que no hay más que un paso y ese paso lo dió la bofetada de Consuelo. Augusto teniendo que aeudir con el pañuelo sus narices se vió ridiculo y lo que no pudo ninguna consideración honrada lo pudo un simple sentimiento de fatuidad.
Abrió la puerta y salió. Paréntesis. Vamos. dije mis compañeros veo que no os habéis dormido, lo cual prueba que no soy del todo mal narrador. No te crezcas. contestó Guillermo. tu narración, como estilo, es bien pedestre; lo que tiene es algún interés y sobre todo, hasta ahora, una relación tan clara con la esquela de defunción que no hay por donde cogerla. Ahí tienes tú; eso es cosa que me satisface, porque me prueba que, por lo me.
nos tú, no prevés el desenlace y ya es algo. Pero ten paciencia, hombre: ten paciencia y ya verás si el corolario resulta. Resultará, no lo dudo: pero, por lo sabido, Augusto no ha sido más que uno de tantos de los que no tienen freno, durante la juventud, y después se vuelven reposados y formales 3082 les y cias y nans que o ción, de sido Santi tor prop!
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