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La Evolución Intelectual Para desvanecer de la conciencia humana las preocupaciones y los utopismos de las generaciones que nos han precedido en la vida de la especie se necesitan adaptaciones seculares y progresivas. Del fetichismo grosero en que vivió sumido el hombre primitivo, se pasa al período teológico íaſsico; mnde éste, con grandes lentitudes, se llega al indiferentismo, para luego penetrar paulatinamente en el campo de las verificaciones científicas.
Tales son, en síntesis, los grandes aspectos que la evolución genética intelectual presenta los ojos de la observación, con profusión de ejemplos claros y significativos Una atenta ojeada sobre los conglomerados humanos que pueblan la superficie terrestre, bien pronto nos advierte la diversidad de los estados de conciencia que en cada uno de ellos prevalece. En los pueblos retrasados incultos es el fetichismo que, a modo de baluarte formidable, resiste embates del libre examen; en otros es el indiferentismo el que priva, co.
mo nuncio de la tolerancia y de las aptitudes progresistas; en otros, en fin, los más avanzados, los que ya han sacudido el polvo de las viejas preocupaciones y salido de sus crisálidas cohibidoras, para emprender el vuelo de la conquista experimental, es el espíritu positivista el que prevalece en sus conciencias, y cuyo influjo decisivo se agigantan las libertades humanas y se centuplican los esfuerzos. si después de ab:traernos en esas grandes manifestaciones del conjunto social, dirigimos nuestra observación sobre las unidades que lo forman, allí también hallaremos las gradaciones progresivas de la evolución genética en sus grandes aspectos.
Tropezamos cada paso con hombres de conciencia rudimentaria, que acatan y veneran con religiosidad infantil los absurdos inveterados en el espíritu de antiquísimos progenitores; con individualidades uncidas a las exageraciones del fanatismo, y con muchísimas otras que, a pesar de una buena cultura intelectual y de estar rodeadas de circunstancias favorables, no pueden propasar en sus avances del límite de una tolerancia pasiva.
Otras, en cambio, que son las menos, poseen por adaptación una cor ciencia amplia y un espíritu que busca con empeño las verdades demostradas, que las vulgariza cou agrado, que las rectifica y las compara y que siempre está dispuesto a abandonar lo improbable por lo probable, lo incierto por lo cierto y las ambigüedades intranquilizadoras por todo aquello que pueda resistir las verificaciones de la ciencia. si no paramos la atención en las individualidades humanas en la plenitud de su vida, sino que las observamos en las épocas de su desarrollo, también veremos en el curso de sus vidas reproducirse los estados de conciencia con la ordenación que está evidenciada. Los niños, al decir de Lefevre, son animales esencialmente religiosos, y, lo mismo que el salvaje refundido en el corazón de impenetrables selvas, no conciben la producción de los fenómenos de la Naturaleza, sino como una consecuencia del querer omnipotente de seres superiores invisibles. Cuando el rayo atronador hiende los aires, el niño corre presuroso al regazo de la madre, allí se escon3108

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