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La fatalidad ya no tiene cabida sino en las conciencias retrasadas. Ese triunfo del fuerte sobre el débil, injusticia exclusiva de la evolución genética, y argumento descorazonador conque la exageración ha venido mortificándonos, pierde todas sus apariencias de veracidad delante de la facultad télica del hombre, la cual ha venido probarnos con hechos elocuentes que las plantas y los animales, inclusive el hombre, pueden considerarse como recipientes de fuerza vital, suceptibles de un gran mejoramiento, una vez que las condiciones mesológicas les sean propicias.
Los grandes resultados de la agricultnra y de la ganadería en la época actual, demuestran superabundantemente la capacidad del hombre para mejorar su arbitrio y aun para formar nuevas especies, las individuales de los reinos animal y vegetal. Con posterioridad lo escrito dice el eminente Ward este principio ha sido totalmente reconocido por los botánicos. Se sabe ahora que las plantas de cualquier región poseen la potencia para una vida superior la que gozan, y que no pueden alcanzar tal estado superior causa de los influjos adversos que las rodean en el lugar que normalmente habitan. El aislamiento de ciertas especies por el hombre, y su desenvolvimiento mediante sus cuidados en formas superiores y más perfectas para satisfacer sus necesidades, físicas y estéticas, han demostrado esta ley Los hombres procuran esas plantas un medio nuevo y artificial favorable su superior desenvolvimiento, y ellas responden.
En una palabra, les ofrece la ocasión para progresar, y progresan, en virtud de facultades inherentes de que todas las plantas están dotadas. Herborizando en cierta ocasión en un terreno abandonado, casi silvestre, recogi una hierbecita depauperada que me intrigó durante algún tiempo, pero que luego, al análisis, me hizo ver que no era sino verdadero trigo. Había sido sembrado casualmente en aquel sitio abandonado, donde tuvo que luchar por la existencia con la vegetación reinante; ella brotó y procuró le.
vantarse con la majestad y belleza que se advierten en un campo de ony deante grano; pero constantemente tuvo que sufrir la resistencia de un medio no regulado por la inteligencia. Le faltó el cuidado del hombre, que destruye la lucha, suprime los enemigos y crea las condiciones favorables para el mayor desenvolvimiento. Esto es lo que se llama el cultivo, y la diferencia entre esa hierbecita estenuada y el trigo de los campos bien cuidados, es solo una diferencia de cultivo, y no de capacidad.
De manera pues, que la suerte de las sociedades humanas, aun en el caso de estar rodeadas por muchas circunstancias adversas, no es fatal ni desesperada, porque la inteligencia del hombre, está en la posibilidad de encauzar todas las energías y de contrarrestar todos los obstáculos. Es preciso tan sólo que nos esforcemos, al influjo de una educación netamente práctica y científica, en conocer la naturaleza de la materia y las leyes según las cuales se verifican los fenómenos físicos.
Dejemos un laro las especulaciones, tratemos de rectificar nuestra conciencia, huyamos de las lucubraciones del clasicismo, abandonemos la metafísica, hagamos de la literatura un medio y no un fin; y entonces, aun despecho de los estados rudimentarios de conciencia, tan constantes y tan reacios, sacudiremos el yugo de la servidumbre y nos libertaremos de los oprobios de la animalidad.
FEDERICO CALVO 3123

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