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se había acostado. Alli tomó su acostumbrada cena, y hallándose entregado a estudio, levantóse de repente colocándose en un lugar desde donde podía fácilmente observar este prodigio. La nube se dilataba en el espacio sin que se pudiese distinguir, tan gran distancia, de qué montaña había salido; el acontecimiento hizo conocer enseguida que se trataba del Monte Vesubio. Este prodigio sorprendió mi tío; y en su celo por la ciencia quiso examinarlo de cerca. Ilizo aparejar un barco ligero. Salió de casa, porque recibió un billete de Rectina, la mujer de Coesius Bassius. Espantada del inminente peligro pues su casa estaba situada al pie del Vesubio, y no podia escapar más que por el mar) rogole le llevase socorre. Entonces cambió de plan, y prosiguió por abnegación lo que primero no había sido sino deseo de instruirse. Hace preparar cuadrirremes y monta él mismo para ir al socorro de Rectina y de muchas otras personas que ha bian fijado su residencia en lugar tan atractivo. Dirigese precipitadamente hacia los sitios de donde huye la gente: va derecho al peligro, con espíritu tan libre de temores que narra y describe los diversos accidentes y las escenas variables que el prodigio ofrece sus ojos.
Ya volaba sobre sus embarcaciones una ceniza más caliente a medida que iba aproximándose; ya cafan alrededor de ellos piedras calcinadas y guijaros todos negros, todos quebrados por la violencia del fuego. El mar hundido de repente no tenía profundidad, y la costa era inaccesible a causa de los mantos de piedras que la cubrían.
Dudó un momento mi tío, si retornarían; pero dijo enseguida su piloto que lo animaba retroceder. La fortuna favorece el valor, llévanos hasta la casa de Pomponiano. Pomponiano estaba en Stabies, del otro lado de un pequeño golfo, formado por una curva insensible de la costa. Allá, la vista del peligro, todavía distante pero que se avecinaba incesantemente, Pomponiano había embarcado todos sus muebles y no aguardaba para alejarse más que un viento menos contrario. Mi tío, favorecido por el mismo viento, llega a su casa, lo abraza, calma su agitación, lo conforta, lo anima, y para disipar el temor de su amigo se hace conducir al baño. Después del baño se sienta la mesa y come de buen humor, lo que no supone menos fuerza de alma, con todas las apariencias del buen humor.
Entretanto se veía resplandecer en varios puntos del monte Vesubio, largas llamas y un vasto incendio cuyo brillo aumentaba las tinieblas. Para confortar los que acompañaba, decía mi tío que eran casas de campo entregadas al fuego por los campesinos horrorizados. Acostose enseguida y durmió realmente un sueño profnndo, pues se oía de la puerta el ruido de su respiración. Pronto el camino por el que se entraba sus habitaciones comenzaba llenarse de cenizas y de piedras, y por poco que hubiere quedado allí no le habría sido posible salir. Se le despierta; sale y va juntarse con Pomponiano y los que lo habían velado. Celebran consejo y deliberan sobre si se encerrarán en la casa, errarán por el campo; pues las casas estaban de tal manera afectadas por los violentos terremotos que se sucedían, que parecían arrancadas de sus cimientos, empujadas unas contra otras en todos sentidos, y luego conducidas a su lugar. De otro lado, había que temer fuera de la ciudad la caída de las piedras, aun cuando fueran ligeras y desecadas por el fuego.
De estos peligros escojiose el último. En el espíritu de mi tío, prevaleció la razón más fuerte sobre la más débil, en el de los que le rodeaban un temor arrastraba otro temor. Envuelven en almohadones sus cabezas, especie de broquel contra las piedras que caían.
Un nuevo día empezaba, aunque cerca de ellos reinaba la más oscura de las noches, alumbrada trechos por los fuegos de toda especie. Se trató de aproximarse la costa para examinar si el mar permitiría alguna tentativa; pero se la encontró siempre tempestuosa y contraria. Así las cosas, mi tío se acostó sobre una vela estendida, pidió agua fría y bebió dos veces. Presto las llamas y el olor de azufre que anunciaban la proximidad pusieron odos en fuga, y forzaron tío alejarse. Se levanta apoyado de dos jóvenes esclavos, y en el mismo instante cae muerto.
Cuando la luz reapareció (tres días después de lo ocurrido mi tío. encontróse su cuerpo entero sin heridas; nada había cambiado en el estado de su traje, y su actitud era la del sueño más bien que el de la muerte. 3)
Sencillo, noble relato que pone el horroroso espectáculo de la naturaleza en las montañas del Vesubio, y la desaparición del renombrado hombre de ciencia, Plinio el Viejo. del joven pict. Lloret Bellido Capítulo Le Vesuve. 3) De «Volcans et Tremblements de Terre» por Zurcher et Margollé. Paris. 18723125

    Violence
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