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El Trabajo Disertación leída por su autor, don Gerardo Matamoros, en el Ateneo de Costa Rica el dia 15 de noviembre de 1907, al ser recibido como socio de este Centro.
Señoras y caballeros.
En cumplimiento de una disposición reglamentaria del Ateneo, ocupo esta tribuna, utilizada antes por personas de vasta ilustración y gran talento, por literatos y hombres de ciencia, para proporcionar este distinguido y culto auditorio, horas de solaz que han dejado tras de sí la doble huella de lo útil y de lo agradable. Yo, de inteligencia oscura y de muy vulgar ilustracion vengo dar la nota discordante que habrá de herir desagradablemente vuestros oídos, que todavía perciben de las anteriores veladas las tenues armonías que aun flotan en este recinto.
Si de mi pobre trabajo se deriva alguna utilidad, ella será, sin duda alguna, servir de fondo que de mayor realce al mérito científico y la belleza literaria de los trabajos de mis antecesores: y como para obtener esto no es indispensable extenderse demasiado, tengo el gusto de anunciaros que no os fastidiaré mucho tiempo con el árido desarrollo del tema que voy a tratar.
Señores, El trabajo, definido por las Sagradas Escrituras, es un castigo de origen divino. Según ellas, surge el hombre la vida, hecho por el Creador a imagen y semejanza suyas; es decir, trayendo en su alma, que es soplo divino, átomo del espíritu creador, las condiciones morales que son producto, herencia legítima de Dios, que, al darle alma, le dió un pedazo de su ser, una parte de su esencia, y su primer fruto fué la rebeldía. La obra más acabada de toda la creación sale, pues, defectuosa de manos del Supremo Artifice la cólera divina flagela la humanidad inocente, que es escogida como víctima expiatoria para el desagravio de Dios irritado con el fracaso sufrido en sus ensayos creadores. La suprema ironía alzándose allá en el lejano horizonte donde se vislumbra el principio de la marcha fatigosa y llena de vicisitudes de la familia humana, como pretendiendo imprimirle dirección a las leyes regidoras de sus destinos a través de los tiempos.
Tal es la doctrina filosófica que, en esta materia, se desprende lógicamente de las afirmaciones de la leyenda bíblica y que es probable haya inspirado los errores que acerca de esta función de la vida se han tenido por verdades y que todavía aceptan y defienden como tales los que están encariñados con las tendencias de un pasado que se aleja, empujado por las ideas nuevas, abatido y aniquilado por el espíritu investigador de los tiempos modernos, que todo lo estudia y analiza con criterio amplio, que nada acepta, bajo la fe del magister dixit y que todo lo alumbra con la antorcha de la razón para cerciorarse de si descansa sobre el pedestal inconmovible de la verdad.
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