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dirigido por la ciencia de sus ingenieros y vigorosamente impulsado por el genio previsor de sus hombres de Estado.
Ultimamente tenemos los Estados Unidos de Norte América, asombrando al mundo con el desarrollo precoz de su grandeza, convertidos ya en seria amenaza para sus competidores en el tráfico universal y para la autonomía de los pequeños países de América, que el ensanche de su poderío los obligue a suprimir. qué es lo que ha producido ese maravilloso fenómeno? El desarrollo portentoso de sus industrias; es ésta una verdad, que nadie, absolutamente nadie, se atreverá negar. Suprimid lo que el trabajo ha aportado al éxito de ese gran país y su deslumbradora grandeza quedaría reducida a la mínima expresión.
Quitad de sus entradas fiscales la parte que corresponde la industria y no tendría con qué hacer frente a la décima parte de sus gastos oficiales. Para tener una idea aproximada de lo que son y valen los Estados Unidos, no habría mas que desembarcar en su puerto principal del Atlántico, y ante el aspecto magestuoso de sus exageradamente elevados edificios, el movimiento extraordinario de sus muelles, la atrevida construcción de sus puentes, la pasmosa velocidad de sus ferrocarriles, la enorme aglomeración de transeuntes en sus principales calles; ante las maravillas todas que se presentan al viajero en máquinas, tranvías, fábricas, etc. etc. se queda perfectamente enterado de que aquel es el país del trabajo, y que todo ese brillo deslumbrador es promovido por los millones de brazos que allí se mueven tributando culto fanático a la religión del trabajo.
De esta mal bosquejada reseña, que tiene por objeto poner de manifiesto la influencia decisiva que el trabajo ha tenido en la civilización y en las distintas manifestaciones del progreso, en todas las épocas y en todas las latitudes de la tierra, pretendo derivar algunas conclusiones aplicables la clase trabajadora de nuestro país, cuya condición, poco envidiable, debería obligarnos a hacer algo en bien suyo.
Es innegable que una de las causas que producen el atractivo que un país puede ejercer en los extranjeros que lo visitan, reside en el aspecto elegante y limpio de sus poblaciones, para todos: en la comodidad y confort de ellas para los pudientes y turistas, y en el movimiento comercial industrial para los que llegan en busca de medios de subsistencia; pues bien, todo esto exige obreros inteligentes, ilustrados y con vanidad profesional para ayudar la labor de los ingenieros con la interpretación correcta de los planos, y activos y honrados para facilitar la multiplicación de las construcciones con la economía en el costo de ellas, y entre nosotros, son pocos los que llenan esas condiciones. Los obreros costarricenses, salidos casi en su totalidad de las esferas más humildes, de las capas sociales más pobres, nacen, crecen y se desarrollan en un ambiente que, lejos de provocar en ellos el deseo de mejora los obliga vegetar en una vida sin atractivos cuya monotonía rompe, si acaso, la nociva distracción que el vicio brinda.
El obrero, entre nosotros, inicia su carrera más o menos así: hijo de padres pobres ignorantes, si es que tiene esa suerte, pues a menudo sucede que tiene sólo madre o que si tiene padre es de los que olvidan no conocen los deberes que su condición le impone, se ve obligado dedicarse un oficio cualquiera sin liaber recibido previamente la más ligera preparación que le facilite su aprendizaje; también sucede, con frecuencia, que ni siquiera se toma en cuenta su vocación, aptitudes, y que se le manda al taller construcción que mayo3135
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