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De qué morimos en Costa Rica Por Pupo SENORES: Los descubrimientos de la biologia han revolucionado de tal manera la ciencia de conservar la salud, nos han señalado liechos tan nuevos interesantes, que creemos indispensable, antes de entrar de lleno en el asunto que nos proponemos tratar en poner siquiera sea en sus grandes líneas, los cimientos en que reposa la higiene contemporánea.
Gracias a la actividad que caracteriza los últimos años del siglo XIX, la humanidad ha aprendido más en unos pocos lustros que en los cuarenta siglos de empirismo que nos precedieron, Hemos asistido un verdadero Renacimiento de las ciencias médicas, en que han tenido decisiva influencia el método experimental rigurosamente se guido y el perfeccionamiento del microscopio.
Armado de este maravilloso instrumento, el hombre ha penetrado en las tinieblas que envolvían lo infinitamente pequeño, sorprendiendo todo un mundo no conocido, quizás sospechado por nuestros antepasados, pero de una vitalidad y de una potencia asombrosas: he nombrado al mundo de los microbios.
En él se han librado los combates entre la ciencia y la muerte, cuyos resultados se encarnan en las sorprendentes revelaciones de Pasteur, Haffkinre y tantos otros cuyos nombres nos recuerdan los más hermosos triunfos de que la humanidad puede enorgullecerse. La curación de la rabia, la vacunación antipestosa en otro dominio, la adquisición de estos admirables anestésicos, el éter y el cloroformo, que han limitado el imperio del dolor, son ciertamente conquistas de tal magnitud, que una sola de ellas habría bastado para ilustrar todo un siglo.
Hay sin embargo algo más precioso que suprime el dolor y cura la enfermedad; su profilaxis prevención. He ahi en una palabra, la tendencia actual de la medicina: ella resume la actual orientación de la lucha contra la enfermedad.
Nuestros abuelos, por el contrario, se esforzaban en curar los males sin preocuparse mucho de su origen. Puede decirse que todas las plantas, talvez todos los seres de la naturaleza, han sido empleados con ese fin. Aun hoy encontramos personas convencidas de que nos rodea una flora con propiedades curativas preciosas, pero desconocidas y que en cada hoja de mano de sapo de frailecillo creen descubrir una panacea.
Nadie niega que existen plantas muy útiles de que la medicina no podría prescindir. No es sin embargo panacea la que podrá librarnos de nuestras plagas sino la otra hija de Esculapio: Higea. Es por la higiene que el país podrá sanearse y no por el uso de remedios yerbas con propiedades problemáticas y cuyo conocimiento y aplicación se ordenan todavía en los actuales programas de enseñanza primaria.
Sin duda alguna es consolador saber que existen específicos para curar la rabia el paludismo y que la amputación de una pierna gangrenada puede hacerse sin ningún dolor. Pero cuánto mejor seria no tener que recurrir nunca tan buenos medios de curación.
El estudio de los microbios, proyectando intensa luz sobre la causa y manera de propagarse de las más temidas plagas que han asolado la tierra, nos ha hecho dar un gran paso en ese sentido. Al cólera y la peste, azotes del cielo de otros tiempos, oponemos hoy barreras infranqueables. Lo mismo acontoce con la disenteria, la viruela y tantas otras afecciones. medida que el hombre ha ido conociendo las leyes que rigen al mundo, disminuye la influencia atribuída la intervención divina la que injustamente achacamos desgracias de que sólo nuestra ignorancia tiene la culpa.
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