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lo ta co do al er el hi se שון es ht do to ve y са 11 tar, un número de defunciones realmente alarmante. Si ellas se debieran una de esas enfermedades que como la fiebre amarilla, tienen el don especial de asustar al público, ya se habría pedido, cuando menos, un policía y bandera amarilla en la puerta de cada casa. Pero se trata de la disenteria, conocida vie.
ja, casi amiga, cuyos golpes estamos acostumbrados sufrir: las gentes mueren como moscas, por centenares, sin que nos preocupemos mucho por tal estado de cosas.
Si reflexionamos que esta enfermedad por lo general no concluye fatal.
mente y que próximamente del cinco diez por ciento de los pacientes sucumben, tenemos que cada año hay de cinco diez mil personas azotadas por el terrible flagelo. Calculese los días de trabajo perdidos, lo que se gasta en drogas y asistencia médica y se tendrá una idea del serio tropiezo que esta vergonzosa plaga representa en el desarrollo económico del país.
La disenteria es una enfermedad vergonzosa, si las hay, porque su existencia y desarrollo indefinidas demuestran el estado de atraso en que todavía nos encontramos. Se propaga porque lo permitimos. El día en que nos empeñemos en extirparla, desaparecerá el azote que por tanto tiempo ha diezmado nuestras poblaciones, arruinando muchas familias y emponzoñando tantas existencias, Este resultado podrá obtenerse sin que sean necesarios grandes sacrificios, basta con que cada uno se cuide sí mismo y los suyos. no se crea que hablamos humo de pajas, es con la experiencia adqui.
rida en una región en que abundan las disenterias y después de haberle seguido la pista durante varios años, que hemos llegado a la convicción de que ésta es el tipo de las enfermedades evitables y que la lucha contra ella es mucho más fácil y fructuosa que contra cualquiera otra de las afecciones de que hoy estamos seguros de librarnos con un poco de cuidado y buera voluntad.
La mayor parte de nuestras disenterias son debidas unos animalillos las amibas, que tragamos con el agua, con los alimentos, se multiplican en el intestino grueso produciendo ulceraciones, tanto mayores y difíciles de curar cuanto más tiempo se haya dejado la enfermedad sin un tratamiento racional.
Nótese en el grabado, amibas en cuyo interior vemos unos cuerpecillos redondos: son globulos rojos de la sangre que han sido cogidos y tragados por el animalito para su alimento; estas dos operaciones parecen necesitar brazos y boca de que el animal carece. Cómo ha podido apoderarse de ellos? Si el lector tuviera paciencia, tiempo y el olfato suficientemente embotado para examinar con el microscopio las heces disentéricas, vería que las amibas se contraen cambian de forma, caminan presentando partes más salientes de que guisa de brazos se sirven para atrapar su comida; la boca de estos animales se encuentra, pues, en todas partes y no lo está en ninguna, pues los alimentos pueden penetrar por cualquier parte de su superficie. Al revés de lo que sucede con la mayor parte de los otros parásitos intestinales, las amibas se reproducen en el intestino mismo: una amiba se divide en dos partes, cada una de las cuales constituye un nuevo individuo y así sucesivamente, de tal manera que unas pocas amibas ingeridas con un vaso de agua, se apoderan del intestino cuyas paredes carcomen, provocando hemorragias, favoreciendo otras infecciones y dando al traste con la salud y la vida de sus huéspedes.
No todas las disenterias son de origen amíbico, las hay también producidas por balantidios y por bacilos; estos últimos por lo general revisten la forma épidémica.
Tal fué la causa de una epidemia que tuvimos ocasión de observar en San Antonio de Escasú lo largo de una acequia. En unas pocas semanas murieron como veinticinco individuos. La enfermedad fué tan violenta que algunos sucumbieron en el corto término de 48 horas; hubo quienes presentaron horribles gangrenas y otras graves complicaciones, Cuando ocurra un caso de disenteria debe tenerse presente que es en las deyecciones donde reside el peligro de contagio. El enfermo evitará con un escrupuloso aseo de su persona y enseres, su auto contaminación y no verá prou IC a v a ta 11 e 12 S 3150

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