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go de su hijo.
Después de la muerte de Antonio, viéndose Consuelo enteramente abandonada, aceptó, casi sin conciencia de ello, la oferta de aquellas vecinas para que pasase vivir con ellas por lo menos hasta que se serenase un poco.
El amor su hijo hizo en Consuelo milagros, pues no otra razón se debió el que siguieran viviendo uno y otra. Pero los tres o cuatro meses de viudez se dió cuenta la pobre mujer de que la magnanimidad de Augusto había dejado huellas. Es to la horrorizó. Era demasiado pedirle amor para un sér engendrado contra su voluntad y contra su honra, Intentó deshacer la obra de la naturaleza, pero su constitución vigorosa resistió y vio cómo se aproximaba el día en que otro desgraciado iba n cer.
Pensó, meditó, luchó y por fin suplicó a su vecina, a la madre por supuesto, que fuera visitar al Marqués dándole cuenta de lo que ocurría y pidiéndole que se hiciera carY ahora verá si aquel prójimo era capaz de arrepentirse de algo.
Contestó que, como no le constaba que aquello fuera suyo y que, como la razón y la ciencia. así dijo. le aconsejaban suponer lo contrario, por el estado en que se Lailaba Consuelo al visitarle, lo más que podía hacer era enviarle una cantidad que le permitiera atender a los gastos más inmediatos y que si ella queria le podría pasar, de tanto en tanto algún auxilio. Ya puede suponerse que se rechazaron las cantidades presente y futuras y. su debido tiempo dio luz Consuelo otro muchacho que, al día siguiente de nacer fué recogido y amparado por. quién dirá pues por Rosa, la hermana de Augusto que enterada, sabe Dios cómo, de todo lo sucedido, quiso, en la parte que le fue posible, enmendar la nobilísima conducta de su her Ah tiene el epilogo y el por qué no figurar en esquela de defunción ni la hermana, ni su marido, ni el hijo, que por disposición de sus tíos no llevará el apellido de su padre.
Consuelo aquí está, viviendo de su trabajo y yendo de tanto en tanto ver su hijo, porque al fin ella le dió luz y no tiene él, ni ella, la culpa, Novela. Ya lo creo que es novela. pero amigo Juan, le parece V. que van pocas novelas de estas encerradas en los ataúdes? Lo mismo en los llenos de coronas y acompañados por lo más escogido de la Sociedad que en los restos que, sin aquel postrer envoltorio, recoge de madrugada el carro del Hospital.
Consérves: bueno, sin peligro para sus enfermos y mande cuanto guste su afectísimo amigo, mano.
Ezequiel Estrofas de la tarde Para Páginas Ilustradas Tristes, lejanas canciones se oyen desde la montaña y bambucos de aflicciones que se van hacia el mañana.
La tarde ya va acabando, las esquilas están quedas, sólo las ramas llorando dobléganse en las veredas.
Mientras que en mi alma renace todo el mal que me ha causado, el seguir tras un romance Que ya me tiene cansado. Pincin Uscátegui Colombiano Costa Rica, febrero de 1908.
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