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Revista semanal de Páginas Ilustradas Orla sombría. Hay en la existencia de los hombres un paisaje delicioso y efímero, un espejismo seductor más bello y atrayente que los que miran los beduinos en la arenosa Libia, es la Juventud. Al través de la esmeralda de la adolescencia, ora se mira el rosal de los amores cuajado de capullos, ora se sueña con el triunfo de un anhelo perseguido; es, pues, el momento en que forecen todas las ilusiones, es el minuto que se escapa dejando el alma cuajada de perfumes; en ese lapso dichoso sorprendió la tronchadora de vidas, la Muerte, la Celosa, una juventud gallarda, una juventud que prometía; su nombre: Alfredo Montealegre.
Dos profesores me contaban la otra noche que Montealegre fué un discípulo que se distinguio por su docilidad y su amor inquerir todo lo que ilustra; no era uno de esos jóvenes que malgastan el periodo corto de la vida joven quise decir: Montealegre cayó en la huesa como la espiga al tajo de la hoz; pero tendrá muchos amigos que irán junto a su tumba y si no podrán rimar una elegia, recordarán la estrofa de un poeta: Cayó cual los gallardo luchadores ajeno de pesares y de agravios, como en la lid los griegos gladiadores, la sien ornada de fragantes flores, y con sonrisa olímpica en los labios.
Yo, en nombre de Páginas Ilustradas, derramo un manojo de pasionarias sobre el sepulcro del que ofrendó su vida en for en el ara de la Máter Natura.
El payaso. No es verdad, muchachos. grita el histrión y la chiquillería chillona, y hasta muchos grandes responden y atruenan las esquinas de la ciudad y el payaso con la faz embedurnada de blanco España y bermellón, pirietea sobre el jamelgo y dice versos que cosquillean y provocan las carcajadas de los más cariacontecidos, y se acomoda el sombrero cónico y ridiculo y brillan, heridas por el Sol, las mil lentejuelas de su vestimenta. Hinca los talones en los ijares del rucio y echa correr con una carcajada en los labios mientras la banda hace ondular por los aires las danzas que tanto gustan al populacho.
Yo fuí chico también, y corrí tras los clonws y me colé los circos y les cercené la carpa los acróbatas con el cortaplumas que le robé un condiscípulo allá en la escuela de mi pueblo.
Una vez me comprometi llevar el cartelón que anunciaba, con grandes caracteres rojos, la función que daría por la noche un circo norteamericano porque me dejaran asistir a la función; mas, cuando pedí el billete de entrada, el portero tuvo el desbarro de negármelo y desde entonces renuncié el oficio de portanuncios de saltim.
banquis y volatines.
Con todo eso, quién pudiera volver aquellos dias tan venturosos. cuando se podia responder, sin miedo al qué dirán, al payaso cuando grita. No es verdad, muchachos? El ya famoso circo, El Aguila Milanesa, dará el opio del placer los aficionados los ejercicios de la fuerza y de la habilidad arriesgada.
Nupcial. En pliego perfumado y albo recibió este forjador de crónicas elegante participación del pronto enlace matrimonial de Adita Fernández con el culto caballe3189
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