Abrigamos esta convicción: el primer conocimiento que deben adquirir los científicos, antes que el latin yel griego, es el de las lenguas vivas. Especialmente los médicos; debido ello lo imposible que es compenetrarse con las dolencias de un paciente por medio de intérpretes. Cuántas veces no se malogra un caso de enfermedad por Este serio inconveniente! al fin hétenos en los aposentos del dolor. Usted como se siente. Qué le parecen los alimentos? Deme el pulso. Muéstreme la lengua. Enseñe el brazo, etc. etc. y así todos examinando y confortando con su modo afable y cortés (sin excluir las recomendaciones de profiláctica, etc. hechas con modo explícito. cada uno dió el doctor lo que había menester. Nada de distingos ni privilegios odiosos al hablarles. todos nos nivela el sufrimiento, este respecto le recordamos al gran Chareot y sus palabras: Existe en la misión del médico una dualidad compuesta de aquello que atiende la materia y lo que atiende al espíritu.
Manifestó estar identificado.
Otro particular que observamos es lo minucioso y rígido que es el doctor para con los mosquitos. De este peligro hay que precaverse mucho murmuró, es el vehícu1o de innumerables enfermedades; sotre todo del paludisme. nuevamente recomendo a los enfermeros ojo, ojo avizor, sobre el terrible enemigo.
Como eficaz preventivo una tupida malla de alambre cubre las puertas de todas las habitaciones.
El hospital de Limón, que es el único en esta ciudad, se inauguró en marzo de 1905 y en la misma fecha, comenzó actuar el doctor Echeverría como Médico Direetor de él.
Fue fundado dicho establecimiento por la United Fruit Company la vez que los de Cartago, Guápiles, Zent, Río Banano y San José, por la misma Empresa. Pre.
supuesto mensual de ellos, diez mil colones.
El consabido, cuenta con pabellones: aislados y bajo un mismo techo.
Biblioteca (aparte de la particular de su Director) campo de urgencia, 150 camas, 10 enfermeros, lavanderas, cocineros, 12 criados y limpiadores.
Levántanse gigantescos su entrada dos postes torres del telégrafo inalámbrico.
Dista media milla de la ciudad: y cuando nuestro regreso recorríamos aquel trayecto pensamos: Los hombres como el doctor don Emilio Echeverría y Aguilar, se imponen gratamente en el afecto y aprecio de quienes los tratan. Tales hombres son honra de su patria y de quienes les confían misión tan ardua.
Por ello que si algún día la sierpe de la maldad llegara concurrir su sendero mellados quedarían sus dientes ponzoñosos en el oro fino y noble del gallardo coturno de este pensador.
Carlos Olavarria Pto. Limón 1908.
3199