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dito de los corazones; doña Julia Lang viuda de Escalante, que supo hermanar en la escuela los métodos estrictamente pedagógicos con la satisfación de necesidades que, no siempre en proporciones justas, la suplido hasta ahora el hogar: por último, don Pablo Biolles, que tan sólo ponía en ejercicio su inteligencia para investigar los fenómenos cuya apropiación podía ser fuente de utilidad práctica y para trasmitir sus alumnos los conocimientos que en la soledad íntima del laboratorio o en el seno palpitante de la naturaleza había logrado adquirir.
Don Pablo Biolley vino de Suiza, su patria, en el grupo de profesores que el ilustre don Mauro Fernández contrató, hace de esto más de veinte años, para organizar y dirigir la segunda enseñanza según los sistemas que entonces eran modernos para nosotros.
El señor Bioller no sólo cumplio con su compromiso: se apegó al país, se connaturalizó con nuestras costumbres. fundó hogar y formó una familia, que, así por sus vinculaciones como por sus afinidades, se confunde totalmente en la masa étnica nacional.
El señor Biolley sirvió constantemente la República como profesor de Ciencias Naturales, ya en el Liceo. ya en el Colegio Superior de Señoritas: son muchos los jóvenes que en ese ramo tan entretenido como útil con él hicieron su aprendizaje.
Pero 110 se contentaba el señor Biolley con desempeñar secas sus funciones de profesor, lo que le habría bastado para ganar como bueno la subsistencia de los suros. El amaba la ciencia: él amaba Costa Rica. y aguijoneado por esos nobles estímulos, hizo estudios muy serios sobre la fauna y la flora costarricenses, estudios que en otras tantas monografías dio a conocer del gremio científico, con el cual se hallaba relacionado. Escribió también una Gramática del griego para la enseñanza de esa asignatura en el Liceo de Costa Rica. y redacto, además, un compendio de Historia Natural, que sirve aún de texto en los grados superiores de la enseñanza primaria.
El señor Biolley prestó muy valiosos servicios al Instituto Fí.
sico Geográfico y la Sociedad Nacional de Agricultura, de los cuales era miembro tan inteligente como acucioso. Por todas partes encontraréis en esas asociaciones las huellas de su varia y provechosa labor.
El Ateneo de Costa Rica lo comtaba con satisfacción entre los suyos: es el primer socio que pierde la joven institución nacional, foco en que convergen, hasta formar una estrella. los rayos lumínicos de la intelectualidad costarricense. Pero no es el Ateneo sólo el defraudado con la muerte, prematura aún, del laborioso trabajador; lo es también el profesorado de la República: lo es también en una palabra, el país entero. Don Pablo Biolley merece bien de Costa Rica.
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