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Desde los Andes Caracas, 21 de enero de 1908 SEÑOR DON LISÍMACO CHAVARRÍA, San José de Costa Rica.
Distinguido señor y amigo mio: Con notable retardo, que acusa lo in. grata impresión de su lectura, cuando suficiente de la comunicación entre las la petición con que tanto me honra, Repúblicas americanas de origen espa de que le escriba mi parecer acerca de nol, recibí su grata esquela del 29 de diellas. vino, como con lave de oro, a ciembre del año próximo pasado; y con abrir la puerta mi deseo.
ella, el ejemplar de poesias de titula Claro está que el pobre juzgador escodo Deste los Andes que con tan ga gido por habrá de levantar muy en lantes frases ha tenido la amabilidad de alto la cabeza, tendrá en fin, que empidedicarme. Diré V. que debido a la narse para poder contemplar el dilatado amigable correspondencia del notable camps que Desde los Andes ofreliterato venezolano Sr. Dr. Pedro Mon ce u mirada. Hecho, pues, el esfuertesinos, ya había gustado con delecta zo, revestido con los arreos del arte, la ción los frutos de su bien cultivado in lira en las manos, se me presenta su genio, pues este amigo me habia envia gallarda musa. Juego reconozco do un ejemplar de dichas poesías; de que manera que guardaba en el pecho la Es hija de los Andes oxigena en los campos sus pulmones; Extiende al sol sus niveas alas grandes rige una cua triga de ilusiones. que además de eso. una puesta del sol, una cabana, Al trueno que retumba.
Al rayo que fustiga la montaña, Al silencio profundo de la tumba, a todo lo que envuelve una grandeza Eleva sui canción hecha agasajo; así como maldice la Bajeza, Himnos alza a la vida y al trabajo. Reconocida, pues, la alteza de esta Improviso la musa tórnase con ceño hermana de Apolo, hágole cumplida re adusto, y, inal humorada, me muestra la verencia, tribútole ferviente aplauso, y Estantigua del Poeta, a quien dice: desde la gigantesca cordillera que está «Oh eterno viajero Tu rostro mar acomo una boa inmensa de ul polo al chito me apena. otro echada, veo que, señoreando sus dominios, hace pasar mi vista, como Con lo que sospecho que la Diosa desuna procesión de maravillas, las fértiles tuerce aquí las clavijas de la lira para llanuras sembradas de gramíneas, los destemplar sus cuerdas vibradoras, sebosques seculares poblados de aves, que guramente con el ánimo de que el poeson flores con alas, y donde emperan los ta compare la música blanda rotunda de los clásicos metros castellanos, con pumas y jaguares: las cimeras nevadas de los ásperos montes, donde fabrican la desapacible fanfarria de la métrica su nido los condores y prende el sol en hoy discordante en la sorda siringa de irizadas crenchas sus disueltos rayos; los bardos decadentes. Otro tanto hace mientras el Niagara profuedo redobla cuando habla en la lejanía con el magnífico tubo de De mi pormo y cuando invoca «Jesu hirviente catarata; el gigantesco Masús» a quien denuncia como el «Poeta de rañón, huyendo las alturas que invigi.
los siglos,»acaso en reminiscencia de un lan el grande océano de Balboa, corre Auto Calderón. hundirse como una enorme boa de «Ven de nuevo los humanos! Cual cristal en el seno formidable del Atlán las aves impulsadas por el viento, no tico, y los volcanes, encendidos más allá aletean la elocuencia de tus obras, la de las nubes, levantan como penactyos dulzura de tu verbo, tu sermón de la sus cimborios de humo y ffego.
y Montana, 3281

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