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Párrafos de crónica cia.
cer el Pedro Pablo Amaya. El Colegio Superior de Señoritas ha perdido también este otro profesor, que vuelve su patria, Honduras, tras varios años de ausenEl señor Amaya se formó en Santiago de Chile un tiempo con el grupo de jóvenes costarricenses que en aquel país tan adelantado como progresista hicieron primeramente el aprendizaje que los habilitó para ejerprofesorado Las olas bravías de una revolución arrojaron de su suelo al señor Amaya, que aquí halló un retiro seguro en donde vivir con dulce y sosegeda existencia. También halló aqui el señor Amaya un puesto en qué emplear dignamente su inteligencia y sus aptitudes: porque es virtud de este pais altamente práctico utilizar los talentos de los hombres que con buena intención sus playas arriban; mayormente, si ellos son hijos del suelo centroamericano, porque en estos tales nosotros no podemos mirar sino compatriotas con quienes el compartir lo nuestro es acto de obligación.
Así fué que si el señor Amaya halló entre nosotros albergue, él, en cambio, puso todas sus luces de profesor al servicio de la enseñanza, contribuyendo por esa vía la difusión del saber entre los jóvenes que, al dejar los colegios, llevarán cuando sólo sea jirones de cultura a todos los rincones de la patria.
El profesor hondureño tuvo por poco tiempo a su cargo las asignaturas correspondientes al curso de una escuela complementaria; pero, como era de razón, bien pronto fué promovido al Colegio Superior de Señoritas, en donde, hasta fecha reciente, hizo varias clases de matemáticas, ramo que constituye su especialidad en el de.
partamento de educación. Tengo entendido que el señor Amaya desempeñó satisfactoriamente las clases que tuvo su cargo.
Pero existe en él, fuera de esto, una cualidad que lo honra altamente y que refleja con muy hermosa luz el tipo de su carácter: es la rectitud inflexible con que acostumbra calificar la aplicación y el aprovechamiento de sus alumnos: él no gasta complacencias con nadie. él no lisonjea la vanidad de sus discípulos: él siempre corta por lo sano.
No es esa una cualidad común, ni Cristo que lo inventó; porque algunos profesores hay que deben toda la bambolla de su prestigio al arte servil de las complacencias y de los halagos.
Como simple particular, el señor Amaya se captó con muy buenas artes las consideraciones de la sociedad en cuyo no vivía, Modesto, sencillo, de costumbres ejemplares, exacto en el cumplimiento de sus deberes, culto con todos, él hará que se le recuerde entre nosotros con simpatía y con agrado: algunos hay que lo recordaremos también con cariño.
Llamado con encarecimiento por la voz amiga de los vencedores en la lucha reciente, el señor Amaya, sensible, como debía ser, ese llamamiento, ha partido de buen talante, deseoso de contribuir con lo suyo la regeneración de la patria, en cuyo vientre, lleno de savias que se manifiestan con múltiple y vivaz lozania, el olivo simbólico parece condenado secarse y morir en embrión, herido por el fuego de los vivacs, más ardiente allí que la canícula incendiaria del trópico. Por lo pronto, el distinguido emigrado ocupa una curul de representante en la Asamblea reunida para organizar el país.
La permanencia del señor Amaya entre nosotros no fué infecunda para los costarricenses, ya lo hemos visto; tampoco lo será ahora que vive otra vez bajo los dulces auspicios de sus dioses penates. Porque él dirá nuestros compatriotas de Honduras que Costa Rica es un hogar apacible en donde hay calor y afecto para to.
dos los centroamericanos, y porque estas noticias han de tener mayor efi. Este artículo debió haberse publicado junto con los que acerca del Liceo y del Colegio de Señoritas se publicaron en número anterior, 3289

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