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honda en servir sus amigos con cuanto él podía, lo que desgraciadamente no guardaba relación con lo que deseaba. Diriase que hasta con morir de muerte repentina, sin molestar nadie, sin provocar conmociones, dió prueba el buen Macho de Cuanta más sensatez no hay, ciertamente, en acabar de un reventón! Sólo que él tuvo la ligereza de reventar antes de tiempo.
para que lo sintiéramos más, sin duda. Siempre el filósofo! Por su cordialidad comunicativa, por su amable compañerismo, por su inteligencia irónica, pero sin acritud, no olvidaremos nunca al buen Macho los hombres de esta sociedad y de esta generación ser un filósofc.
Semana Santa Poco, muy poco, habría que decir de la Semana Santa si de ella me propusiese dar cuenta en esta sección, con pujos conatos de crónica, sin que nunca llene las condiciones del género, porque, en rigor, lo que yo hago es enfocar desde ciertos puntos de vista aquellos asuntos acerca de los cuales me viene en gana discurrir. como de costumbre, con la ingenuidad sanchuna con que, por mal de mis pecados, es achaque mío desembuchar cuanto me escarabajea en el cerebro.
Para cronistas, San José los tiene porrillo, sin contar los diarios, los cuafes, de cierto, no compiten en a cuciosidad chismográfica con los corrillos sui géneris que al aire libre se forman todas las noches en los aledaños del Imperial, para condimentar con todo género de especias los noticiones del dia, para echar vuelo la campana de los escándalos y para meter las narices y husmear guisa de hurones en todas las covachas de la política donde se sospecha que hay conejo encerrado. Porque no hay manjar más apetitoso que éste para el paladar josefino.
Por eso, cuando me hormiguea más de lo soportable la comezón de noticias, voy y me planto muy orondo en la esquina del Imperial, de La Magnolia, y allí me entero en un periquete de todo lo que ha sucedido en la República de lo que no ha sucedido, también. San José se lo sabe todo. El espíritu reporteril se ha desarrollado que es un gusto en este santo varón, gracias a lo cual no se queda a la zaga de nauie en lo que toca chismografia modernista. Por algo es San José un poblachón.
mundial, como si dijéramos. Pero, dónde demonios voy parar por el camino de estas consideraciones tan fuera del tiesto. Lo sé yo por ventura? Me parece, me parece que empecé diciendo algo acerca de la semana mayor y los pocos renglones, con esta costumbre correntona de divagar, ya iba yo cuesta arriba por los cerros de Úbeda, de donde me bajo ahora tan campante para volver a empezar repitiéndole al público, quien probablemente lo tenía tan olvidado como yo, que es poco, muy poco, lo que acerca de la Semana Santa habría que decir; porque, después de todo. quién por aqui no está ahíto de saber que en estos días solemnes echa el resto en cuanto lujo la sociedad josefina?
Pocas ocasiones hay, con efecto, tan teatrales como ésta para sacar lucir los perifollos que la moda vocea como el quid de la distinción y que el crédito amablemente pone al alcance de nuestras graciosas economistas. Que la ocasión es pintiparada para echarse uno encima los gos y arrequives de moda, pruébala que hasta los santos de la corte celestial tienen el buen gusto de soltar en un rincón la holgada túnica de los tiempos de Herodes para vestirse estilo elegante y moderno. moderno, sobre todo. Que no? Yo ví una Verónica de carne y hueso que, sobre no llevar el semblante muy compungido, porque esto, al fin y la postre, desluce, gastaba botas de tacón alto y calzaba quirotecas. quirotecas, como se de3291
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