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Peces dañinos del Orinoco Por el Padre José Gumilla Nadie debe vadear tío ni laguna de poca agua, ni andar por las orillas de río grande, dentro del agua, sin llevar en la mano un bastón, picando con el la arena donde ha de sentar los pies, porque todos los ríos, arroyos y lagunas de tierra caliente tienen «rayas cubiertas con arena: éstas son redondas y planas, al modo de un plato grande, y llegan crecer disformemente; tienen el pecho contra el suelo, y en medio de él tienen la boca, pegada siempre contra la arena tierra de cuyo jugo se mantienen; en la parte inferior tienen cola bastantemente larga y armada con tres o cuatro púas aguijones de hueso firme y de punta muy aguda; y lo restante, hasta la raíz, con dientecillos de sierra muy sutiles y firmes.
Estas puyas venenosas buscan los indios y las encajan con firmeza en las puntas de sus flechas de guerra, y la herita es fatal y difícil de curarse por el veneno de la puya. Luego que la «raya siente ruido, juega su cola y la encorva.
al modo que con la suya lo ejecuta el alacrán, y sin perder la puya hiere quien la va pisar, sin saberlo, por estar ella siempre oculta entre la arena.
El que va caminando con su ba tón, picando el terreno por donde ha de pasar, va seguro, porque si hay «rayas. al sentir el palo, se apartan.
Ahora es de saber, que por recia que sea la herida de la «raya. no arroja gota alguna de sangre, porque el frio de aquella púa venenosa la cuaja, porque la misma sangre, vista de su contrario velozmente se retira.
Este pensamiento me excitó a hacer dos experimentos, que son los que hoy se practican ya en todas estas misiones contra las cuotidianas heridas de «rayas. contra las cuales los indios no habian hallado otro remedio que morir, después de encancerada la herida. Los españoles habían hallado alivio al agudo dolor, aplicando una tajada de queso bien caliente, pero no evitaban una llaga gravísima y peligrosa, que siempre resultaba. los indios adultos rarisima vez hieren las «rayas. porque con el mismo arco que llevan para fechar pescado, van picando la arena al vadear por el agua, toda la plaga recae sobre los chicos incautos, que al irse lavar y travesear, jamás escarmientan; y aun malicio que se alegran de las heridas, por librarse de la escuela y de la doctrina, tarea opuesta al humor de aquella edad.
Deseoso de atajar tantos daños, impelido de la reflexión arriba dicha, al pri mer chico que me trajeron herido, sa qué una vena que hay en el centro de los ajos, que es la que pasa retono cuando nacen, y la introduje por la ne.
rida de la puya; corto espacio broto por ella tal acopio de sangre, que arroja a la dicha ena nervio del ajo; des.
pués que paró la sangre, puse otra se mejante y volvió al cabo de rato salir sangre, pero en menor cantidad: y rete niendo en mi casa al paciente, a los tres días estaba ya sanu, sin habersele infla made la herida ni poco ni mucho; de modo que se intiere, que lo cálido del ajo pine fluida la sangre, coagulada con el frio del veneno; y se ve que con la misma sangre sale el veneno, que la puya había entrometido. Este experimento me dió motivo para el segundo: y fré llenar la herida hecha por la misma puva de «raya» con raspadura de nuez moscada, y surtió el mismo efecto, con las mismas circunstancias dichas ya en el experimento primero. Dejo otras 10 ticias de las dichas «rayas, y concluyo con decir lo que me causó notable ar monía: y es, que haciendo anatomia de la rara hechura de una, le hallé en el vientre, la matriz no llena de huevecitos, como tienen los otros peces, sino llena de cravas. del tamaño de medio real de plata, y cada una de ellas que pasaban de veinte, armadas con sus pullas en la cola, para salir prontas dañar desde el vientre de su madre, Contra la plaga fatal que voy a referir de los guacaritos, quienes los indios llaman Mudde y los españoles, escarmentados de sus mortales y sangrientos dientes, llamaron y llaman hasta hoy Caribes; contra éstos, el único remedio es apartarse con todo cuidado y vigilancia de su voracidad, y de su increible multitud, tanta aquélla, y tal ésta, que antes que pueda el desgraciado hombre que cayó entre ellos hacer diligencia para escaparse, se le han comido por entero, sin dejarle más que el esqueleto limpio. es cosa digna de saberse que el que está sano y sin llaga herida alguna, bien puede entrar y nadar entre innumerables guacaritos, si sabe espantar las sardinas bravas, seguro y sin el menor sobresalto; pero si lleva algún rasguño de espina o de otra cosa, por donde se asom perdido sir ra conocer mayor ady do pasar ahora poc crecido, de lado, y en arrojó áp: do el espi gre recar Impetu y que el ho nadar, cog trozado y nía herida discurrier aquellos creible, rante el a gercarita tar los dos de sa llegando que suces No ha misión de dre misi guaciles nuevame unos seis centeme ve rasgu aprisa la chos ind mediar, su vida Esta en todos dos los ellos co brecha, otra mu de cola y golosa el pié e mordisc macar causa, ven pre noa, a brinco: Trote, ten, as guaca dos qui que au doles los ga zada e jada las tij Otr COSE las de rele: le arr que a 3300

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