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lométricas.
inteligencia. De modo que la raza europea, la mejor organizada intelectualmente, ofrece de 80 90 grados; la americana, de 75 80 y en la negra se reduce 70 75 grados. Lo mismo que no se concibe la fuerza sin la materia, así tampoco el alma sin el cerebro. Son inseparables. no sigo haciendo citas en apoyo de mi opinión, porque veo que ya esta carta va tomando dimensiones quiEn cuanto las conclusiones de la conferencia en que me ocupo, creo utópico el primer miembro: LA SELECCIÓN ESPONTÁNEA. Para esto se requiere un grado tal de cultura que dificilmente logrará el pueblo, que sólo un pensamiento muy cándido podrá soñar con su realización. Lo segundo: QUE LOS PROGENITORES TENGAN PRESENTE SU ESTADO ACTUAL EN EL ACTO DE LA PROCREACIÓN DE LOS HIJOS, si lo creo hacedero, siempre y cuando se haga en todas partes la instrucción obligatoria y los maestros se obliguen darles conferencias sobre este punto sus educandos, grandes y chicos; y la prensa haga campañia té sonera en tal sentido; y los sacerdotes hagan algo útil predicando desde el púlpito lo mismo, con palabras senciilas, sin retóricas, que las entienda todo el mundo. Lo tercero: QUE EL ESTADO LOS ESTADOS DICTEN MEDIDAS LEGISLATIVAS QUE TIENDAN PROHIBIR LOS MATRIMONIOS ENTRE PARIENTES SERES ENFERMOS ATACADOS DE DOLENCIAS INFECCIOSAS, también es práctico, hacedero. Lo cuarto y quinto requiere lo que indico para el segundo punto.
Estas simples notas, escritas sin pretensión alguna, no obstan desvirtuar la importancia de la hermosa conferencia del señor Jiménez, quien desde este humilde rincón del mundo felicito sinceramente por su valioso trabajo. Enviole algunos números de La Cuna de América. Haga lo posible porque cuanto antes se establezca el canje entre Páginas y la revista que le envio.
Urge que de dia en día se unan más y más nuestros pueblos. ningún medio más simpático que el que nos ofrece la literatura para confraternizarnos en un solo pensamiento y en una sola voluntad en pro de la cultura latino americana.
Todo suyo.
Manuel Cestero El vestido blanco Para Páginas Ilustradas La niña decia. Yo quiero un vestido muy blanco más blanco que el lino.
La madre la oía y se sonreía.
Vinieron los días muy malos, muy fríos; se enfermó la niña, y aun así, quedito, decía a la madre: Yo quiero un vestido muy blanco, más blanco La madre la oía y no sonreía.
Se murió la niña y su cuerpecito colocó la madre entre cuatro cirios.
Mirando a su hija la madre gemía, que hasta así ya muerta decir parecía: Vísteme un vestido muy blanco, más blanco que el lino.
que el lino.
Luis Rosado Vega 1908 3311

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