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Tríptico Para una ausente Una tarde, de rosas y de lilas, iré con las baladas de mi flauta bañarme en la luz de tus pupilas y así vendrán mis horas más tranquilas de existencia por la negra ruta.
Allí te contaré de unos boscajes, de la dulce quietud de las montañas, del secreto de indigenos carcajes y de fuentes que tejen sus encajes junto al fresco jardin de unas cabañas.
Te daré la dulzura de mi canto y de mi flauta surgirá la endecha; mientras la tarde adornará su manto de cinabrios, de bronces y amaranto, pondré tus plantas mi atrevida flecha.
Te contaré de mir os y quetzales y de floridos cármenes de irideas, de catorce ocarinas de cristales que ensayan fugitivos manantiales bajo dombos de palmas y de orquídeas. al florecer el lis de las estrellas el nardo te daré de mis amores, y besaré el perfume de tus huellas y todas mis nostalgias y querellas serán manojos de sangrientas flores.
Mientras la luna en el azul ascienda, peinando sus dorad terciopelos, recorreremos la florida senda de un vago ensueño y te daré en ofrenda el rojo tulipán de mis anhelos.
Gris En el árbol se prenden las neblinas y torna la crudeza del invierno; los céfiros, como aves peregrinas, sacuden, al pasar, las clavellinas y alzan los mirtos el capullo tierno.
El puñal del relámpago desgarra del éter la grisasea vestidura, finge el quiebre de luminea barra del cielo so la concava pizarra encima de los hombros de la altura.
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