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que el señor Jiménez Rojas es un hombre de vasto y profundo saber, razón por la cual se halla, según mi sentir, como obligado ilustrar con su ciencia las cuestiones cuya resolución con ansia muy justa apetece acercarse en lo posible el espiritu crítico de los tiempos. El señor Jiménez Rojas, con todo, si bien ha enseñado en las aulas de los colegios, nunca ha tomado parte activa en el movimiento público y militante de las ideas. Su retraimiento es notorio, y tal vez, tal vez sea un si es no es censurable, si, como parece, hay en él unas miajas de.
isoberbia de egoísmo? No sé. Quizás ni una cosa ni otra.
Los hombres de saber no suelen tocar en soberbios. Decía eso, no obstante, sin dejar de reconocer que, en este particular, como en cualquier otro, no hay quien no tenga derecho a hacer de su capa un savo, Sea como fuere, yo celebro muy en veras que el señor Jiménez Rojas haya salido, no romper lanzas, como solia decirse, sino defender sencillamente un sistema de ideas. Porque bien puede uno no seguir en todo los sabios, sin que por eso deje de estimar su sabiduría en lo mucho que vale.
ejemplo, he combatido el sistema anárquico del señor Jiménez Rojas en hecho de educación, lo que no presupone menoscabo de la consideración respetuosa que como hombre de estudios y como simple particular, sin dis.
tinción él merece; pero ni siquiera que yo haya dejado de experimentar hacia él, de las dos que hay. aquella noble envidia de que precisamente se declaraba poseído un Cervantes.
Hago esta declaración, porque, según de buena fuente lo sé, hásele dicho que yo le tengo enemiga. Sin riesgo alguno de equivocarse, ha ga cuenta el señor Jiménez que esa es una imputación calumniosa. Si bien de temperamento irritable impulsivo, yo no alimento odios contra hombre alguno: no es una virtud: es una modalidad un determinismo de mi fisiología, como en buenahora quieran decir los Lombrosos; reaccionar contra otros impulsos de mi naturaleza, me ha costado esfuerzos; eso, no.
En fin de cuentas. por qué había yo de mal querer al señor Jiménez? Hay, antes bien, en mi ánimo una admiración cariñosa por todos los hombres que cultivan la ciencia, quienes, por vivir en las altas y puras regiones del pensamiento, supongo libres de las miseriucas en que nos empantanamos tristemente los que vivimos en la charca de la vida vulgar; tengo para mí, efectivamente, que el estudio hace mejores los hombres y que, por lo tanto, encontraremos en los hombres que saben una suma de benevolencia propia emular en nosotros el prurito del bien; estos hombres, además, serán los primeros ciudadanos de la república humana: sí, el reinado de la concordia no será sino el reinado de las ideas. Pero no sabe el señor Jiménez por qué, así y todo, la estulticia malévola ha dado en la flor de suponerme enemigo suyo? Porque aquí casi nadie se mueve en el círculo amplio y generoso de las ideas y casi nadie concibe, en lo tanto, que uno arremeta, ya con la palabra, ya con la pluma, contra un orden de cosas si no es por aborrecimiento hacia quien tal orden de cosas preconiza sostiene. Lo demás, sí, lo demás, lo hace la chismografía. Los correveidiles oficiosos forman casta en esta tierra de Dios. No sino, decid cualquier cosa y los veréis correr desalados con el soplo letal entre los dientes. Sabe Perencejo dijo.
y, sin ningún escrúpulo, antes bien, con deleite diabólico, sueltan el chisguetazo sutil por el colmillo de viboMenos mal si estos silbantes se contentaran con soplar lisa y llanamente lo que oyen; pero no: la gracia está en que el chismajo destile veneno y encienda en ira salvaje hasta corazones nacidos tal vez para alimentar esos sentimientos dulces que nos hacen abrir los brazos efusivamente, como para recibir en ellos toda la humanidad.
Yo, por 1)
ra.
Gasión de Silva
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