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Que no sospechen tu herida Para Gerardo Castro Saborio Sufres. Levanta tu viril cabeza y desafia el brazo que te hiere.
Ten orgullo y valor en tu tristeza.
recuerda que en los hombres todo muere.
No implores compasión! Nunca tus labios manches con una queja con un ruego.
Al sentir de la vida los agravios.
arrójale tus cláusulas de fuego.
Batalla sin cesar, por más que rota mires el ala de tu azul quimera.
Más fascina el peñón que el mar azota, que el tranquilo peñón de la ribera. en tu hora final, en tu partida, cuando la gloria para ti ya irradie, puedas decir que tu sangrienta herida nadie siquiera ha sospechado, nadie. Oyendo Beethoven II Como una hada gentil posó su mano sobre las blancas teclas del pian, para arrancar al mágico instrumento sus risas y sollozos. Fuera el viento azotaba con furia los cristales, como del hombre la existencia breve los infinitos males.
Era la mano de la artista joven terso copo de nieve sobre un inmenso lecho de azucenas, de esa mano fúlgida al conjuro surgió en la estancia y sollozó sus penas el espíritu mag 10 de Beethoven. todas las pupilas lloraron con el músico divino.
Yo, soñador oscuro, sin norte por el árido camino, que en vano pido al cielo dulces horas de paz, horas tranquilas, pensaba: si verter pudiera en notas mi Niágara de duelo.
para arrancar mañana cuando muera una gota de lágrima siquiera las almas Oh, Vida. que tú azotas!
New York 1907.
David Chumaceiro 3368 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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