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gratitud, el nombre de la señorita Zelaya y el de los señores Rojas y Monestel, cuyos retratos con ese fin acordo colocar en lugar propincuo del salón destinado lecciones, como un homenaje tan señalado y notorio de él a todas horas pudiesen recibir ejemplo y emulación cuantos allí culy tivan la música. Pero el cumplimiento de esa disposición no rodía ni debía realizarse así co no así, y para darle toda la solemninad que era justa, el señor don José Joaquín Vargas Calvo, actual director de la Escuela, con los mismos y preciosos elementos que y allí tiene sus órdenes, dispuso y organizó la velada que al comenzar estas líneas hube de referirme.
No podría yo hacer una descripción de esa festival, por el motivo de costumbre, porque no asisti ella. Ya mi público sabe que yo siempre ando monte, como con frase expresiva dice el pueblo tico. Al cabo, la tarea resulta bien dividida, porque otros hacen la relación y yo le pongo la música, sea, para hablar sin retóricas, el comentario. No he de terminar hoy mi tarea de comentarista sin decir que el maestro Vargas Calvo, si joven, es un digno sucesor de don Alejandro Monestel en lo que toca la direceión de la Escuela, que él ha sabido mantener sin menoscabo, an.
tes bien, con auge creciente, entre las volubilidades con que nuestro temperamento de mariposa suele comprometer la existencia de empeños que piden constancia y tesón, La Corte Ahora más que de Justicia nunca me está Centroamericana vedado el papel de cronista, sobre todo, porque no es mío el reseñar en unos pocos renglones las solemnidades y fiestas con que el Gobierno y la sociedad han celebrado la inauguración de la Corte Centroamericana que en la ciudad cartaginesa tiene asiento desde ahora. y bagan los dioses que ello sea por lueñes años, para ventura de los pueblos que en el augusto areopago recientemente instituído ven levantarse el hermoso inconmovible paladión de la paz. Retretas, pic nics, comilonas, visitas edificios públicos, bailes, de cuanto es hacedero, nada ha dejado de hacerse para honrar y agasajar los Magistrados de la nueva Corte y los representantes de los Estados Unidos y México, los que, como nadie ignora, han venido a autorizar con su presencia el solemne acto indicado, cortesía hasta cierto punto obligada, como que la conferencia de Wás.
hington, de donde nació la Corte, bajo los auspicios poderosos de esas dos grandes naciones, hubo de celebrarse.
Muy puesto en razón es sin duda que el Estado y la sociedad echen la casa por la ventana para obsequiar huéspedes de tanta suposición: justo es decir que Costa Rica siempre ha sabido regalar a sus huéspedes con rumbo de principe; gente da manirrota, en ocasiones tan señaladas como ésta la gente tica jamás dejó, sin embargo, de deshacer los mil nudos de la hucha para cumplir lo gran señor con cuanto pide la cortesía, y algo más; pero en esta ocasión no se trataba únicamente de llenar ciertas fórmulas sociales de cortesía mundial, con más o menos esplendidez: tratábase de cele brar dignamente el nacimiento de una institución jurídica que, así por su naturaleza como por sus fines, de modo práctico les asegura estos pueblos el beneficio de la paz, in el que nunca podrían ejercitarse en los menesteres de la civilización, para alcanzar los destinos providenciales que, en parvenir lejano, pero seguro, dulcemente sonrien nuestra ansiedad como una promesa de bienandanza No hay en Centro América cosa que en tan poco se estime como la 3400

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