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La Magdalena El amor es perfume: aromati sus aguas, los contornos admirables za las almas.
de aquella diosa mujer que sabía el Con él se embalsama el cora canto de la orgía sin que jamás huzón cuando los sentimientos están bieran conmovido las fibras de su muertos, y los hace resucitar la corazón las notas divinas del himno ventura.
del amor que es luz.
El amor es dicha: encierra la Apenas oyó de los labios del única felicidad que puede el hom sublime Maestro la palabra redenbre apetecer, porque los goces que tora, repercutió en el interior de su da el oro son ficticios y van siem alma la voz misteriosa que la despre estrellarse contra la roca del pertaba del sueño ilusorio de los destino que pone límites a la dicha goces mundanos y una nueva senaparente que florece como un rosal sación experimentó, ajena a las senlleno de espinas. Ay, cuando las saciones del cuerpo.
flores caen con los pétalos marchi Se hallaba Jesús sentado a la tos por exceso de sol!
mesa de Simón el fariseo, y en mePor eso los griegos sentían ho dio del festín apareció, radiante de rror por esas felicidades que se pro hermosura, la bella pecadora que longan, pues traen encima la ruina. corrió locamente enamorada beEl que busca la felicidad en sar los pies del Hombre Dios, y sus el amor y la encuentra, puede reir labios, marchitos por los besos quese de la suerte.
mantes del placer, revivieron fresLas más grandes amarguras se cos y lozanos; y los perfumes que disipan al contacto maravilloso de derramó en aquellos piés que iban dos corazones que se aman. emprender la jornada del martiEl amor es redención; purifica rio, los enjugó con los blondos calas almas que levanta del lodo. bellos que caían voluptuosamente Ahí está el ejemplo de aquella sobre sus marfilinos hombros como mujer que vivió en el siglo de un manojo de rayos de sol.
nuestra era: María Magdalena. Jesús cortó el asombro del Había entregado su hermosura fariseo diciendo que los pecados de incomparable la vida de cortesa María Magdalena eran perdonados, na; y el lago de Genesaret retrato porque había amado mucho.
muchas veces, sobre el cristal de ¡Bendito sea el amor!
Daniel Vreña 1908.
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