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Parloteos Ateneo de Costa Rica El Ateneo celebró junta general el sábado del corriente con el fin de nombrar Directiva para el curso Nuevo curso académico que ahora comienza. la hora de la reunión, las siete de la noche, llovía de tal modo que, por su intensidad, aquel aguacero muy bien podía dar idea del diluvio bíblico; no era creíble que gente juiciosa se echara la calle en tal coyuntura, como no fuera para llevar cabo una revolución; porque, aunque la figura parezca un contrasentido, ello es que la tal noche resultaba de perlas para echarse la calle en el sentido sordamente amenazador que esta frasecilla tiene entre los conspiradores españoles; echarse a la calle en España es poner en ejecución un plan revolucionario. así, por lo menos, lo he entendido en las novelas de Pérez Galdós. Pues es el caso que, sin abrigar intenciones tan aviesas, no pocos ateneístas arrostraron bravamente la lluvia torrencial de esa noche para asistir una reunión que no tenía carácter perentorio, que se podía diferir por este motivo, y que, no obstante esas circunstancias, se llevó a cabo con asistencia casi lujosa. Para mí, esto revela una vitalidad que le promete larga vida este órgano de cultura.
Lo que es yo, jamás he tomado en serio los tristes augurios que acerca del Ateneo han solido hacerse, porque, mi ver, en este hogar humilde, pero cariñoso, encuentran nuestros intelectuales algo que les hacía falta: un centro en donde desahogar noble y provechosamente ese flujo de expansión que todos experimentamos durante el período de desbordamiento vital con que la Naturaleza facilita el cumplimiento de nuestros destinos. Cierto que sí: ha habido que hacer caluroso llamamiento a las inteligencias nacionales para que acudiesen iluminar con sus destellos la alta y libre tribuna que sin distinción y para to das ellas aquí se abría; pero el haber respondido de buena gana y con prontitud ese llamamiento está demostrando que la luz de una nueva aurora marcaba también la hora riente del despertar en el cuadrante silencioso de su existencia. Así es que si el Ateneo ha triunfado no ha sido sino porque él respondía las reclamaciones de una necesidad latente; pero no, por latente, menos imperiosa Huelga decir que el Ateneo ha pasado por todas esas vicisitudes que, cuando menos, entorpecen la marcha de las instituciones juveniles: de ello no hay por qué asombrarse, que, al fin y la postre, esos son obstáculos inherentes la naturaleza misma de las cosas. Lo único que, después de todo, ha sorprendido bastante es que un ingenio de por acá se haya dado la triste tarea de suscitar antipatías contra ese órgano de cultura patria: já qué obedece tan extravagante conducta? No lo sé yo. Lo que, en todo caso, esa conducta revela es una mezquindad de sentimientos tanto más visible cuanto que sobre ella intensamente refluyen los resplandores de una inteligencia nada común. Así y todo, el caso es que la falta de público, nada más que la falta de público, podía comprometer seriamente la existencia del Ateneo, porque habría resultado ridículo todas luces no tener auditorio de quien hacerse oir, y no hay nada que sobreviva al ridículo, si con chufletas y zumbas éste acierta poner en solfa lo que coge entre manos. Pero, dichosamente, cuenta ya San José, no embargante lo escaso de su población, con un núcleo de gente asaz aficionada los tópicos que caen bajo el dominio superior de la inteligencia: con esta gente, sí, con esta gente de élite se ha formado el público más o menos numeroso que asiste las reuniones semanales del Ateneo. Su fidelidad ha resistido heroicamente las influencias de carácter y de ambiente que entre nosotros de ordinario 10gran torcer toda inclinación de buena casta.
En realidad, solo una noche nos ha abandonado una parte de este benévolo público: la noche en que el profesor señor don Carlos Salazar hizo una 3425
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