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que la emprende testarazos con la Gramática. con mucha razón, fe, porque, según se sabe, ésta es una señora protegida por el Gobierno. Pero, seguramente, yo no estoy en lo justo, porque otro diablillo más sabidor y mal intencionado que el propio Merlín se le acerca y le musita con sorna: Bien, hombre, muy bien; sigue, sigue, que estás soltando una ristra de primores por ese pico de y deja correr caño suelto el. de gusto, se entiende, de su elocuencia gerundiana. Firme en mi propósito, yo me aguanto sin pestañear el tremebundo aguacero. que, así como así, no dura arriba de cuatro cinco horas. seguro como estoy de que, al escampar, no podré menos de tomarme con cualquier Padre Martínez en eso de enjaretar palabras troche y moche. Pero ni por esas, porque, en el momento crítico, las palabras se me atraviesan como un torozón en el puro gaznate y el discurso se me malogra otra vez: lo de siempre. Está sin duda de Dios que yo no naciera para diputado.
La morale e del cuento es que los simples mortales debemos acudir humildemente la puma si queremos necesitamos entrar en comunicación con el público, porque, efectivamente, no es para todos improvisar con arreglo lo que piden, y no ciertamente por vía de gracia, la sintaxis y las ideas. Claro que no le es permitido cualquier futraque, como este triste pecador. mojar la pluma en las azules ondas del Rhin. convengamos en que son azules. con lo cual no es maravilla que el escritor logre poner de oro y azul al mismo sursum corda; esta fortuna insigne por los cielos exclusivamente está reservada para escritores bienaventurados como el picarón Jajaljit: pero si pocos son para hombrearse con nuestro gran carmelita en esto de escribir crónicas que se deshacen de puro sutiles y aéreas, todos podemos, en cambio, expresar llanamente, pedestremente, si queréis, las ideas que acierten entrar en nuestro pobre magín y que pugnen por salir de su oscuro encierro envueltas en los perifollos de la palabra. Así, pues, lo único que yo le critico al señor Salazar es que no escribiese su conferencia.
También ante el mismo escaso público leyó don Félix Mata Valle un poema suyo que se intitula El Hachero: es un cuadro campesino, enteramente criollo por sus toques locales, en que hay savia humana y que respira sentimiento y frescura. Observó la prensa de esta ciudad que se notaba en esa composición la influencia de Núñez de Arce y lo observó nada menos que guisa de reproche. Yo creo igualmente que hay en el canto del poeta cartaginés algo de la manera en que sobresalió el maestro insigne: sólo que yo no tengo ese detalle exterior por cosa que merezca censura ni que rebaje el valor intimo del trabajo; sin negar, por eso que hasta en lo referente a la técnica sea también preferible la originalidad: ya es mérito grande, ciertamente, el hacer estrofas en que se note la factura fuerte y galana del autor de Raimundo Lulio. Por lo demás, en El Hachero hay pasajes de honda y sincera emoción humana, cuadros que con notable realismo reproducen escenas de la vida campesina y escenarios rozagantes en que se destaca el terruño con típicos caracteres. La composición tiene sus máculas. cómo no. yo advertí en ella versos harto duros, y si mi propósito fuera hacer una crítica, seguramente que podría formular algunos otros reparos. Pero, táchesele esto o aquello, siempre será evidente para los que sin prejuicios de escuela contemplen el arte que el señor Mata Valle acertó componer un hermoso trozo de poesía lírica. El público que escuchó la lectura dió abundantes muestras de agrado y no de esas que se cogen como quien no quiere la cosa en el jardín de la cortesía.
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