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Lic. don José Hstúa Aguilar La acertada elección de este distinguido jurisconsulto para Magistrado de la Corte de Justicia Centroamericana, bace honor al Congreso y demuestra el gran respeto que el buen nombre de la Patria inspira nuestros representantes; difícil habría sido encontrar otro costarricense que reuna las condiciones de idoneidad para el desempeño de las delicadas funciones que tan elevado puesto reclama. Es el Licenciado Asiúa un estadista eminente, adornado de galas que Costa Rica podrá ostentar orgullosa, en la persona de su represeniante, ante ese alto Tribunal: intelecto vigoroso, ilustración vastísima, mirada penetrante, palabra fácil, luminosa y persuasiva, juicio sereno y gran caudal de experiencia adquirida en el manejo de los asuntos públicos internacionales que le permitirá elucidar con criterio amplio las cuestiones que a su fallo de juez hayan de someterse.
Pocas existencias como la suya, tan laboriosa y bien empleada, tan nutrida de enseñanzas útiles y provechosos resultados; es toda ella una manifestación edificante de lo que puede la constancia y el temple de alma para surgir en la vida; ambiciunes nobles hicieron de él un robusto luchador que llega a la cumbre batiendo sus alas de cóndor: y hoy, desde la cima donde sus pr pios méritos lo han llevado, puede mostrar ufano la juventud intelectual que se levanta ansiosa de elevarse, el ejemplo de su vida, amargada por las injusticias y las decepciones, pero llena de brillantes y valiosas conquistas, la estela luminosa de su huella alumbrando todavía el camino recorrido, el ascenso lento, penoso, sembrado de obstáculos en los cuales fué necesario dejar jirones del alma cambio de cada triunfo.
Su figura se yergue ya visible no sólo para Costa Rica sino también para todo Centro América, sobre un pedestai de roca que se ha mantenido inmune las furiosas embestidas del oleaje iracundo y tenaz de las pasiones y cuya consistencia diamantina ha puesto también prueba, repetidas veces, el afilado buril de la envidia.
De origen humilde, inició su carrera sin más apoyo, que el que le prestaron su virtud y su clara inteligencia, luchando con bríos contra una suerte adversa que se empeñaba en obstaculizar su marcha disputándole palmo palmo cada pequeño Vallet, obligándolo constantemente renovar impulsos y multiplicar energias, ayudado tan sólo por la esperanza que jamás lo abandono, hasta que los laureles del triunfo orlando su frente señalan su nombre la posteridad como el de una gloria patria, Gerardo Matamoros

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