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P.
sirve prad chaz (cp. qu foca sign par de polizontes que por ahí andaban, cumplieron con su deber y llevaron los facedores de novillos al Edificio Metálico con el cuerpo del delito hasta en la ca.
beza, porque iban medio achispados, y en sus bolsillos, más de dinero, triquitraques, cigarrillos y otras fruslerías que seguramente no habrían adquirido con el producto de todo el palomar de Licurgo.
De la Escuela pasaron la Agencia Principal de Policía, donde naturalmente fué citada la señora Ignacia para que ella diera alguna luz sobre los ar.
bitrios fiscales de su hijo, quien aseguraba audazmente que el gasto del día lo había hecho con el producto de la venta de dos pares de palomos seis reales cada uno.
Don Goyo, perito en tales percances, cedió sus omnimodas para que hiciera un interrogatorio, a la madre del anfitrión, que entró la Agencia jadeante y azorada de ver su hijo en lío tan de gobierno. Pero muchacho, qué has hecho?
Yo nada, máma. Cómo que nada? Tus amigos dicen, y está probado que los invitaste, y que con plata tuya. Fué que vendí unos palomos y me dieron la plata adelantada, dijo Licurgo con tono compungido y tapándose la cara con el antebrazo. No mintás Decime la verdad. De dónde sacaste dinero. Pues no le digo qne de lo de los palomos? Además, como hicimos una vaca con Enrique. Mentira! Eso no es cierto, él era el que tenía plata, dijo el interpeledo.
Bueno, qué compraste?
Una caja de sardinas en dos reales. Fueron cuatro de las de treinticinco y trufadas! Pregunten en La Tempestad. Allí las compró, dijo Julio, quien Licurgo quiso anonadar con una mirada de odio. Qué más?
LỮn diez de pan y un paquete de triquitraques, los cigarros, y el vino?
No fué vino, fue guaro mistado y con gotas, dijo otro de los pilletes, Con que guaro también. Hablá, muchacho!
No señora, fué vino angélica, ahí está la botella Cuánto gastaste?
Diez reales, de los doce de los palomos.
Mentiras, mentiras, él sacó un billete de diez colones, dijo el otro gamin que no había hablado.
De dónde sacaste tanto dinero?
No le he dicho que de lo de los palomos, dijo Licurgo ya deshecho en lágrimas. No mintás, ve que tus amigos te condenan.
Es que son unos mentirosos, después que los. y ya no pudo hablar más porque estalló en agudísimo llanto.
Si siguiéramos el diálogo, daríamos al lector el mismo espectáculo que nos dan los periódicos veces cuando se debaten en ellos asuntos relativos a la inversión de fondos sobre cuentas que se hacen cuentos como éste con que hemos lateado nuestros lectores y que termina aquí, no sin darles un dato importante que es como el broche de nuestra relación, y es que la señora Ignacia le habían sustraído el día anterior, de la comoda donde guardaba sus dineros, diez colones que buscó como aguja sir encontrarlos y sin sospechar quien fuese el autor del robo.
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