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Párrafo de crónica Francisco La maga negra, nombre con que doña Emilia Pardo Bazán designa Tenca la muerte en su última producción literaria, se llevó en estos días al arquitecto italiano don Francisco Tenca. Joven aún, el señor Tenca ha desapa.
recido prematuramente; pero es fuerza convenir en que la muerte ha sido benigna con él, porque lo arrancó casi con generosidad al lecho de tortura en donde una enfermedad cruel lo tenia postrado hacia ya varios meses, sin que, por su parte, la ciencia en sus desesperados esfuerzos lograra debelar y rendir al oculto enemigo que minaba esa útil y preciosa existencia. No hace muchos meses aún, Costa Rica había perdido Rampazini, otro italiano en grado sumo útil al país pulso, siendo a la vez honor de la colonia que pertenecía por la ejemplaridad por su inteligente labor en la industria mecánica, a que había dado notable imedificante de sus costumbres. Ahora cae Tenca, otro tipo de trabajador perteneciente a la noble casta de los Rampazinis.
Tenca hacía ya muchos años que trabajaba aquí en el arte de las construcciones, que hasta cierto punto él sacó del molde colonial en que vegetaba, con raros, con rarísimos intentos de independencia. En las construcciones que él llevó a cabo, juntamente con su saber técnico, nótanse propensiones que tienden apartarse de la vulgaridad, acreditando en él la imaginación de un ar tista que, mayor abundamiento, ha estudiado su oficio.
Solia afear sus construcciones con excesos de adorno; solia falsear mediante combinaciones fantásticas los modos del arte castizo; pero esas eran concesiones que, seguramente, hacía al mal gusto de una sociedad no educada en la escuela intransigente del arte puro. Sea como fuere, Tenca imprimió una nueva modalidad al arte de las construcciones y contribuyó igualmente con sus trabajos al embellecimiento de San José. Tenca, con todo, muere pobre, absolutamente pobre, porque, según parece, no era un contratista rampante: hasta en eso mostraba ser artista el distinguido italiano. propósito de Tenca, observemos, aunque sólo sea para hacer resaltar la indole de la raza, que, mientras, por lo común, los individuos de origen anglo.
sajón se dedican a las especulaciones mercantiles, en las cuales no suele haber otra cosa que sórdido afán de lucro, los descendientes del Lacio, obedeciendo, sin duda, las inspiraciones seculares de que su mentalidad ha nutrido, se dedican trabajar en aquellos ramos de industria cuyo dulce ejercicio engendra en el alma puros y suaves arrobamientos y cuyas producciones con encantos inefables hermosean la morada terrestre, si no elevan también el espíritu la azul región del Ideal. Costa Rica le es, por lo tanto, dos veces deudora al distinguido arquitecto que tan tempranamente ha terminado su faena: por lo que hizo por el mejoramiento material de San José; por haber despertado entre la burguesía, si no el gusto, la afición, un tanto confusa, pero afición, a lo menos, por las bellezas del arte arquitectónico y decorativo. Tenca, sobre esto, era en lo particular un hombre que se hacía querer por su trato afable y efusivo, el cual trascendía más generosas manifestaciones en cuanto concernia al bienestar y la suerte de sus obreros, quienes, para hacer cariñosa ostentación de su gratitud, llevaron en hombros hasta el cementerio el cadáver del jefe en quien tuvieron, sobre todo, un amigo.
Gastón de Silva 3455
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