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Prchuddio de Traviata: orquesta de la Escuela de Música Santa Cecilia.
Concer sación rescu de Bécquer, por el señor don Claudio González Rucavado. Vinuelo caprichosa, de Monestel: orquesta de la Beuela de Música Santa Cecilia.
mujeres me pareció bueno para una casa de fier proverbial que el canto amansa las fieras: lo diga La segunda pieza, Bohemios, estuvo inuchom flote el prestigio de la compañía, que casi, casi se Peral se impuso nuevamente al auditorio con el bo señor Llauradó impresionó agradablemente al pál dulce y bien timbrada. Por su despejo cómico, señor Heras en el papel maleante de Victor. Para nores, diré que el conjunto resultó más arinónico e te, la música de esta piececilla es tan deliciosa.
puto yo de melodrama, y el melodrama chocas alegre y vivaracho del género chico: es verdad qi da se rompía veces con ciertos toques de despa Caumon era lo que predomina es el aire fosco con gusto, sin embargo, que el señor Cid supo mico en él, cantando con donosidad picresca produjeron un desbordamiento de hilaridad en el nuevas coplas. No obstante los altibajos de esta público sintió que se las había con una troupe noches de grato y culco entretenimiento. La prueb Hacía ya bastante tiempo, más de lo corriente, que el Nacional Teatro permanecía cerrado: es decir, que el público josefino carecía del culto solaz que el arte escénico ofrece. Así es que la compañía del señor Gutiérrez acertó llegar en momentos harto propicios los intereses materiales de su empresa. El público sentía avidez por esa clase de ciisıracción y de ello es prueba evidente el haberse llenado en un santiamén el abono por la compañía abierto para las diez priineras funciones de la temporada; también ha contribuído estimular la loca disputa el ser compania de zarzuela ésta que hoy ha venido en buena hora a poner en nuestros labios, secos y ardientes por los odiosos chismorreos de la politica. la dulce frescura del arte. La zarzuela es, efectivamente, el género predilecto del público josefino. como que és el que mejor saborean los paladares aun no acostumbrados los exquisitos refinamientos del arte.
No ha de parecer cosa extraordinaria, por consiguiente, que el domingo pasado, día en que aquí se estrenó la compañía del señor Gutiérrez, el Nacionai estuviera de bote en bote: no había allí en donde echar un alfiler. La expectación del público, por lo demás, era grande, y, mayor abundamiento, harto bien motivada, puesto que esa primera representación debía ser la piedra de toque para apreciar y medir el mérito de la troupe que allí se presentaba satisfacer las ilusiones de un público excitado por larga abstinencia artística y el cual, si no muy exigente, tampoco, por otra parte, se contenta ya con cosicosas de tres al cuarto. En medio de esta ansiedad peligrosa la orquesta ejecutó la obertura de Guillermo Tell: el auditorio subyugado aplaudió sin vacilaciones: la orquesta triunfaba. Buen principio.
Cabo ya conocida para nosotros, fué la pieza con que la Compañía hizo su estreno en el Nacional. Es sin duda muy aventurado eso de formular juicio acerca de una compañía por la sola representación de una noche.
No lo intentaré yo, por lo tanto, y me limitaré por ahora exteriorizar tímidamente mis impresiones. Tengo para mí tal fué mi primera impresiónque esa piececilla estuvo flojamente representada; pero esto no fue obice para que, aisladamente, artistas como los señores Heras y Cid hiciesen resaltar su mérito entre aquel conjunto que, si no resultaba mediocre, no se acercaba tampoco los límites de lo extraordinario. La señora Perai. Roserio) fué la única que logró sacar al público, con su voz y con su arrogancia, de la frialdad en que lo mantenía la falta de esos golpes artísticos que revelan la superioridad del actor. los coros no había mucho que pedirles en lo que cnmple al canto; pero como quisiéramos que el arte brillara allí en todas sus manifestaciones, hubimos de lamentar que a las coristas no les fuese dado interesar también al público con la hermosura del rostro. Yo no lo diré, vive Dios, porque me pico de gentil con el bello sexo; pero mí el coro de Efectivamente, la prueba definitiva llegó del dos días después, con la representación de que para este público hizo su estreno la señora tación de artista se encargaron de lanzar a todos lo sonoras del periodismo. Conociamos, pues, de nc mo simple mortal, se dejó ver en el teatro la noch tación: sentose en un palco contiguo al que, entre la risueña majestad de un abuelo ocupa el empeca quiilas quiere decir esto que la vi y contemple elegantemente trajeada, lo cual no es raro en una esto, de buen gusto.
Pareciome que su fisonoinía un tanto infan nito que con lo hermoso, con lo toscamente herm volvía con esbeltez mediante una feliz combinación y depresiones; pero lo que en ella venia ser más gracia cuya expresión natural al primer golpe se a vimientos. Dos noches después pudimos ver, efe de la señora Iris estriba, principalmente, en la pose su cuerpo emana como un fluido glorioso, penetrar razones. En La poupée hizo la señora Iris tal derr yugó completamente al público josefino.
Es de rigor convenir, sin embargo, en que conquistara la señora Iris la voluntad inteligente a que otra cosa, busca en el teatro las habilidosas triunfo habría sido imposibie, por ende, no conta

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