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consiguiente, la señora Iris queda, con todo genio mediocre. Gran injusticia. La encanta duda, de ser un genio; pero, la vez, ella me una calificación superior, muy superior a la tinguida comporta. Un consejo de amigo, mejor casta de amigos. no deje la señora Iris anuncios de la Compañía: ese expediente de. do en América. En España no se usa. Por vos convencionales mentirosos cuando el pú ta las rectificaciones correspondientes?
tos de acción, fuera de la gracia. Pero la señora Iris es, mayor abundamiento, una mujer que sabe reproducir, inejor dicho, que sabe fingir la realidad, hermoseándola con la gracia: la señora Iris es, en lo tanto, una artista: como tal se mostró, decir verdad, en el lindo y difícil papel de muñeca que tuvo su cargo en la función que me refiero.
Cosa ardua debe de ser eso de moverse con los movimientos automáticos de una máquina mediante la cual se pretende reproducir una imagen de la viva, sin dejar de parecer máquina, y, a pesar de esto, la señora Iris casi nos hacía ver y admirar en ella un hermoso bebé de esos que se suelen exhibir en las vitrinas de las tiendas, para tormento y tentación de los niños. Cosa singular. estos aparatos tienen por objeto imitar los seres vivos; la señora Iris debía producir en el público una ilusión contraria: la ilusión de que ella, ser vivo, no era otra cosa que una muñeca grande: declaremos sin requilorios, en honor de la joven artista, que la ilusión se impuso más de una vez nuestros sentidos con las fascinaciones de la realidad. También es cierto que ella sabía adoptar con automática exactitud las posturas en que los fabricantes suelen poner a estas lindas criaturas de cartón y aserrín.
Como intérprete de la realidad, la señora Iris tiene derecho. vaya si lo tiene. en consecuencia, al noble dictado de artista, título que tampoco se le debe escatirnar como cantante, pues, si su voz carece de potencia, esta falta de voluinen queda suplida por la dulce pastosidad con que ella de su garganta gentil se desprende. Es de justicia declarar que el señor Heras (marse Hilarius) merece también alabanza por el feliz deseinpeño del papel que en la muñeco le fué confiado: ya dedicaré este actor notable algunas líneas en otra oportunidad: hoy por hoy, sólo aspiro que la figura inteligente de Esperanza Iris se recorte como una silueta luminosa sobre el gris oscuro de esta seudo croniquilla.
Oh, femina!
Mis ojos en el ansia ve cegaron de fatigas en la e y me así tu recuerdo cua un dulce lazarilio. Buena tal como una caricia femer caimar un dolor. la nochi sobre la triste y larga car alzaba un reino de quietud Mi anhelo sollozaba, mas que a mi dolido corazón la adversa castigaba con rig Ingenuamente he de confesar que yo me sentía ur si es no es predis.
puesto contra la señora Iris. y de ello tuvo la culpa, fe, el encargado de redactar y confeccionar los programas, quien sin duda le pareció de perlas epíteto de tanta suposición como genial para encarecer el mérito sobresaliente de la joven tiple: debut de la distinguida y genial primera tiple. reza el programa en que se anuncia el estreno de la graciosa actriz. Mala espina me dan mí las gentes de teatro que se anuncian por ahi con título de geniales. Una de dos el redactor de los programas no sabe lo que la tal palabreja en buena ley significa es que el buen señor nos quiere tomar el pelo bonitamente, y en este último caso cuenta a litle too much, como dicen los yanquis, con la ignorancia del público quien se propone dejar boquiabierto. No sale muy bien parada la señora Iris, sin embargo, al ser calificada con los motes de distinguida y genial, la vez: ya lo observó hace tiempo don Juan Valera: el valor de estos remoquetes ha venido tan menos que decirle distinguido un autor (y, por extensión, un artista) es decirle poco menos que adocenado. sase la tal palabreja, por consiguiente, para decirle mediocre con amable eufemismo cualquier chisgaravís de la pluma. Resulta una antinomia ridícula de asociar esos dos vocablos, y, por y en ella lobreguez. consola tu recuerdo inflaino como el oro de mis cielos interic Ocaña Colombia.
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